martes, 19 de abril de 2011

Capítulo 7 Inmortalidad

Tras el asombro que me produjeron las palabras de Merlín, llegó la agradable sensación que se siente al comprenderlo todo. No quería dejar lugar a ninguna duda, por lo cual comencé a bombardearle a preguntas:

-¿Es por eso que habéis vivido todos estos años manteniendo la misma edad?

- Sí. Así es.

- ¿podéis rejuveneceros?

- Eso es más complejo, tened en cuenta que la existencia de los primeros espejos limita mi capacidad de desplazamiento.

- Pero yo si que puedo ¿no?

- Sí. Pero habéis de actuar con mucha cautela.

- Interesante, muy interesante.

Tenéis que tener en cuenta que en el instante que os fundís con vuestro “yo” en otra época, éste desaparece absorbido por vos. Si lo pensáis fríamente entenderéis que al hacerlo os ancláis a ese tiempo y lugar. Si os marcháis luego de absorberos, de esa fecha en adelante no habrá ningún otro “yo” vuestro.

-Por lo tanto si lo hago una y otra vez, inevitablemente cada vez seré más joven. Suena casi alarmante.

- No os alarméis. Siempre podéis vivir un tiempo en ese estadio temporal. ¿Quién sabe? Posiblemente aportéis mejoras a vuestra existencia.

- Cierto, la cosa no es tan nefasta, tan sólo un poco compleja. Usando la cabeza no tiene porque haber problemas.

- También puedes curarte heridas, mutilaciones, Etc.

- Pero no la muerte.

- Permitidme que os cuente una historia:

Ya os he contado mi viaje a 1478 ¿os acordáis del clérigo? (Yo asentí con la cabeza) Yo le di unos volúmenes muy importantes. Su templo se hizo muy famoso, y los religiosos de rango superior al de mi amigo lo codiciaron. Acorralaron y difamaron a mi amigo, hasta llevarlo a la hoguera donde le dieron cruel muerte.

Tuve conocimiento de los hechos en uno de mis viajes, concretamente el del año 2000.

El viaje al año 1478 me enseñó además de a ser cauto, que tenía que portar alguna riqueza si no quería pasar hambre. Por las crónicas que leí en esa época, supe donde se había hallado oro en ríos y colinas. No tuve más que ir a recogerlo antes del que lo descubrió.

Nunca fui codicioso, no quise apropiarme de ello, tan sólo cogí lo que consideré necesario.

También me enseñó, que la iglesia persistía igual a pesar de los siglos. Podía disfrazarme de religioso y moverme en su entorno pasando desapercibido incluso mi origen.

Llegado al año 2000 mi asombro fue semejante al que sufriera en el viaje anterior. Aun mayor me atrevo a decir. ¿Lo imaginas? Los automóviles, la electricidad, la informática… Una locura.

Yo fui directo al templo. Iba vestido con un hábito de monje. El cual no llamó la atención a nadie.

Allí les dije que pertenecía a una orden del norte muy hermética, por nadie conocida.

Viendo mis antiguas costumbres y mi total desconocimiento de la tecnología pensaron que era un Amish. Ya que estos son profundamente religiosos, fui aceptado de buen grado.

Comencé a empaparme de conocimientos en la biblioteca. Uno de los clérigos vio mi interés por el conocimiento y pensó que debería hacer uso de la informática para acelerar el proceso. Te aseguro que los comienzos no fueron fáciles, pero a medida que avanzaba, más fácil se me hacía.

Por medio de la informática e Internet, tenía a mi alcance los conocimientos de todo el mundo sin levantarme del sillón. Era alucinante.

Navegaba en Internet sin cesar, acumulando todo tipo de información. Aún proviniendo de una cultura antigua, mi capacidad para absorber conocimientos es muy elevada. Tengo una gran capacidad para la comprensión.

De repente recordé donde estaba y quise saber que había sido de mi amigo el clérigo. Examiné las crónicas y al conocer su cruel final quise partir de inmediato a salvarlo. Pasé primero por su tumba porque me resistía a creer lo que había leído. Esto es lo que podía leerse en el epitafio.

Pobre de ti hermano mío,

El mal en ti se fijó.

Siendo tan cristiano y pío,

Sin piedad se te quemó

Ni Merlín salvarte pudo.

Hubiéranle quemado,

Y no te hubiera salvado.

Lo se bien y No lo dudo.

Imaginé lo que debía haber sucedido.

Supongo que fui en socorro de mi amigo y me atraparon a mí también. Viendo mi muerte de forma inminente, urdí el ardid del epitafio, a sabiendas de que el primer sitio al que acudiría, sería la tumba de mi amigo, para poder convencerme de su muerte.

Con esto quiero deciros que yo mismo burlé a la muerte. Es complicado pero se puede hacer.

- Se podría decir que sois inmortal. (Le dije al viajero)

- No, ni mucho menos. Si yo no hubiera urdido aquel plan, ahora estaría muerto como mortal que soy.

- Si pero las posibilidades que ofrece el viaje en el tiempo son infinitas.

- Son tan infinitas como el mismo tiempo, aunque las de causar catástrofes también lo son, ya hablaremos más tranquilamente de ese tema.

1 comentario: