lunes, 25 de abril de 2011

Capítulo 12 El cerco

El miedo era visible en todo momento, en los gestos y palabras de Merlín.

Arreaba constantemente a los caballos. En algunas calles angostas, temí que arrollara a alguien. Le rogué calma, le dije que se sosegara.

No estaba muy atento a lo que le dije, puesto que no redujo la marcha, en las afueras la forzó más aun, y al salir de la ciudad se lanzó a galope tendido.

Nos adentramos en un espeso bosque, de los que apenas quedan en mi época. Solo hallándose a cubierto en tan exuberante floresta pareció sentirse suficientemente seguro como para reducir la marcha, y permitirnos tomar aliento, sin olvidar a los caballos que estaban completamente exhaustos.

Tras tranquilizarse Merlín. Con una pasmosa claridad, teniendo en cuenta su anterior estado de ansiedad, nos explicó la situación:

- Nos encontramos a 80 kilómetros del puerto de Livorno. Esta sería la ruta ideal. Por mar tardaríamos un par de semanas. Esa es la ruta que controlará Lorena, y lo hará a conciencia.

- ¿Cómo podremos despistarla? (Le pregunté asustado a Merlín)

- Atravesaremos Europa, cruzando los Alpes.

- Pero esos son dos meses de viaje (Repuse asombrado)

- No queda más remedio, solo así evitaremos su cerco.

- ¿Tan grande es su poder? (Preguntó Roxane)

- Ni os lo podéis imaginar. Seguramente antes de que saliéramos de Florencia, ya tenía vigiladas todas las encrucijadas de aquí a Livorno, y no saldrá ningún barco de allí sin su consentimiento.

Merlín nuevamente se inquietaba. Su mente trabajaba a marchas forzadas. El cobijo de aquel frondoso bosque no parecía ser suficiente para canalizar su inquietud.

Se sentía cercado por el mayor de sus temores. Surgían de entre sus miedos nuevas ideas que nos relataba:

- Ella está convencida de que iremos a Livorno, la ruta Alpina ni se la plantea.

- Eso nos da ventaja ¿Verdad? (Preguntó esperanzada Roxane)

- Una ventaja que debemos aprovechar. Pero de momento estamos cercados. Si continuamos este camino, más allá del bosque, en el siguiente cruce estarán los esbirros de Lorena.

- Hay que salir del camino y dirigirse al norte. (Dije yo con total seguridad)

- Dirigirse al norte es fácil, y seguramente el primer camino que encontraríamos llevaría a Milán que es nuestro siguiente destino. (Puntualizó Merlín)

- El problema es que al salir del camino, no será fácil desplazar el carro. Podría llegar a ser imposible. (Nos avisó Roxane)

- Hay que explorar previamente el terreno (Le contesté)

Mientras decía esas palabras me dirigí hacia un enorme abeto y comencé a treparlo.

Mientras ascendía por el en ramaje de aquel majestuoso árbol, apartaba de mí el vértigo pensando en lo que hallaría mi vista al alcanzar la copa de dicho abeto.

Estaba prácticamente en la copa, y el árbol oscilaba movido por un viento suave. (Afortunadamente suave) Decidí que ya no era necesario seguir trepando. Desde el punto donde me encontraba podía ver todo el bosque.

Era mediodía, la posición del Sol por lo tanto era en el Sur. Con el Sol a mi espalda, me encontraba mirando al Norte, que era hacia donde nos dirigíamos.

Mi corazón dio un vuelco. Estábamos salvados. Estaba viendo un camino perfecto hacia el Norte. El camino de los madereros.

Todo guardaba lógica. La industria Italiana siempre estuvo, está y estará, en el Norte. La madera debía ser sacada de los bosques hacia el Norte.

Un camino aun mejor que el que nos adentró en el bosque, salía por el Norte. Éste camino se unía a unos 200 metros más adelante, con el camino en el que nos encontrábamos.

La ruta de la madera recorría montes y campos, sin desviarse a los núcleos urbanos, buscando el recorrido más corto hacia su lugar de proceso.

El camino en el que estábamos se dirigía con toda seguridad a un núcleo urbano, justo donde nos estaban buscando.

Bajé del abeto. Cuando expliqué mi hallazgo, Merlín y Roxane me abrazaron al unísono, conscientes de que esa era nuestra salvación.

Debíamos aprovechar la ventaja. No estaríamos a salvo de Lorena hasta llegar a Suiza. Nos hallábamos a unos 400 kilómetros de su frontera. Dos semanas de viaje, que haríamos siguiendo la ruta de los madereros hasta Milán.

1 comentario:

  1. Una bella historia. Una de las mejores que he leido. Abrazos. Judith

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