jueves, 28 de abril de 2011

Capítulo 14 Milán. El fin del cerco


La entrada a cualquier núcleo urbano mostraba siempre las mismas tristezas, si mayor era el núcleo, más eran las tristezas.

Las gentes entraban en las poblaciones, generalmente en carros o monturas, cargadas de elementos de mercado. Aguardaban en las entradas los mendigos y junto a ellos la cruel guardia, que constaba de soldadesca carente de escrúpulos por lo general.

Flanqueaban el camino de entrada postes y jaulas donde se exhibían los ajusticiados, en ocasiones desmembrados, incluso agonizando.

Las gentes salían mayormente a pie, con miradas vacías al igual que sus estómagos. Huían del hambre que mataba en las calles con más frecuencia que la peste.

Nos dirigimos al mercado. Tras recorrer varias calles tan grises como pestilentes, entramos en una gran plaza. El colorido de las flores y hortalizas era todo un regalo a la vista, tras el paisaje en gris de las tristes calles de Milán.

Mil aromas acariciaban mi olfato. Sumado a la fragancia de las flores, se distinguía el fino olor de las especias; Tomillo, romero, orégano, pimentón.

El alboroto era ensordecedor. Docenas de animales gruñendo, graznando, mugiendo, relinchando. Al unísono los vendedores lanzaban a gritos sus reclamos, y las gentes se comunicaban a voces para lograr hacerse oír.

Llegamos hasta el puesto de un calderero. Comencé a examinar sus trabajos, y a juzgar por la precisión de las soldaduras, llegué a pensar que era un orfebre. Luego deduje que la precisión era fruto de que en esta época los trabajos eran todos hechos artesanalmente. Para una competencia adecuada, debían esmerarse mucho en sus trabajos.

El calderero y Merlín se dieron un fuerte abrazo. Estaba claro él era el contacto. Éste le dijo algo a Merlín, no pude oírlo por el jaleo que nos rodeaba.

Merlín se encamino a una calle cercana, apenas andamos unos pasos y se detuvo frente a una taberna; - Aquí es donde debemos aguardarle (Nos explico Merlín)

La taberna estaba vacía. A excepción de la tabernera, que se hallaba limpiando aquí y allá. – Todo el mundo está en el mercado (Nos dijo como saludo)

- Nos envía Augusto el calderero (Le dijo Merlín)

- Les dio alguna instrucción (le contestó la calderera)

- Sí. Sera un invierno muy frío en los Alpes.

- Vengan conmigo. ¿Les vio alguien entrar?

- No.

Nos llevo a un cuarto contiguo, con una mesa alrededor de la cual nos sentamos.- ¿Quieren vino? ¿Algo de comer?

- Sería de agradecer, tras nuestro largo viaje. Muchas gracias.

- El señor Augusto no tardará en llegar. Lo que no haya vendido ya no lo va ha vender. Dejará al aprendiz en el puesto y vendrá de inmediato. Les traeré algo de vianda, pónganse cómodos.

Apenas le habíamos dado un par de sorbos a su delicioso vino cuando apareció.

-Querido amigo mío, vuestra presencia siempre es grata. Mi casa es vuestra casa. Es demasiado lo que os debo en gratitud.

-vuestra amistad me es pago, más que suficiente.

-Venís con amigos. Vuestros amigos son mis amigos.

-Haré las presentaciones. Él es Víctor, aun siendo más joven que yo, comparte conmigo conocimientos e inquietudes.

-Encantado. (Le dije mientras estrechaba su mano)

-Ella es Roxane. Su belleza es solo comparable a su cultura.

-Por favor Merlín. Me alagáis en exceso.

-Un gusto señorita. (Dijo Augusto mientras besaba la mano de Roxane)

- Como ya os dije amigo mío, Lorena me persigue, y ya sabéis lo que eso significa.

- Bien lo sé. vos me salvasteis de ella en Cerdeña. Yo era un rico armador. Ella me apresó, me lo quito todo. Solo gracias a vos pude escapar y comenzar nueva vida aquí.

- Tenemos que cruzar los Alpes para ir a mi tierra.

- Duro camino habéis escogido, pero os ayudaré. No os faltará pertrecho. Hoy debéis reposar. Mi mujer os indicará vuestros aposentos. Aseaos y descansad, esta noche os daré un banquete.

Era una bella estancia en la que me alojó Augusto, ésta sin duda al igual que las que había usado para mis amigos, no debía de ser igual que el resto de aposentos de su posada.

Exquisitas alfombras ennoblecían el suelo, La cama era una verdadera joya en forja y latón, las lámparas del techo mesilla y escritorio eran pura orfebrería, las cortinas y sábanas de encaje, las cojines y el colchón de plumas.

Después de una semana viajando por aquellos tortuosos caminos, realmente me hallaba en el edén.

-Vaya poniéndose cómodo, en seguida vendrá el mozo con agua caliente para la tina, y podrá asearse.

Apenas había terminado de extasiar mi mirada con las maravillas que me rodeaban, cuando entró el mozo con dos grandes cubos de humeante agua.

-¿Cómo quiere el agua? ¿Muy caliente? Se lo digo, por que si lo desea, en vez de dos cubos de agua fría, le subo a continuación uno de cada.

-Muy caliente. Gracias.

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