martes, 3 de mayo de 2011

Capítulo 15 La cena


Ayudé al mozo a vaciar el ultimo de los cubos.

-¿Querrá usar sales el señor?

-¿Sales?

El muchacho me mostró unos frascos que llevaba en los bolsillos del mandil.

-¡Ah!, por supuesto ¿Qué aromas traéis?

-Lavanda, violetas, rosas… Todas tienen un toque de la casa: agua marina que nos traen allende los mares junto a la pesca.

-Me encantan las rosas.

-A su gusto señor.

Era el paraíso…, relajarme en aquella tina de cálida y cristalina agua perfumada con el aroma de mi flor favorita.

Había perdido la noción del tiempo, creo que sin saberlo había viajado en él. Recordé aquellos ojos, aquella sonrisa, aquella voz dulce, el más bello canto, aquella… Que mi desidia perdiera.

Sí, había viajado y sin espejos, pero de repente mis ojos se abrieron y vieron el dintel de la cama con sus exquisitos labrados. Retorné a la realidad, aquella en la que me encontraba ahora.

Tras vestirme con los ricos atuendos que había traído aquel joven por orden de nuestro anfitrión, bajé al comedor.

Allí aguardaba Merlín.

-Víctor, estáis radiante, cual príncipe.

-Gracias amigo mío, vos mostráis asimismo un aspecto magnifico. Apenas puedo reconoceros, parecéis el más rico mercader de Venecia.

-Vuestra demora me a permitido deleitarme con este volumen griego que me cedió Augusto.

-Lo lamento amigo mío, tanta comodidad me ausentó el espíritu.

-Eso es bueno, os habéis tomado vuestro tiempo de asueto. Después de tantos desmanes, se ofrecía inexcusablemente necesario, yo también he tenido el mío, aunque éste ha sido más breve.

¿Qué es lo que noto?...

Mi sentido del olfato no me engaña.

¿Rosas?... Diría que son vestigios de mi tan agradable baño, pero…,

es más intenso.

Como si el rastro de tan exquisito aroma tirase de mí, me giré sobre mis talones y…

Creo que aún tengo la boca abierta.

Hállome ante un sueño y no de los que tuve en la tina momentos antes.

Estaba tan hermosa… La rica pedrería con la que se había enjoyado resaltaba el albino color de su piel y las sedas la acariciaban en el suave baile que mantenían con la brisa que se establecía en sus delicados ademanes.

-Hola Víctor, buenas noches Merlín.

-Os habéis quedado mudo Víctor (dijo jocoso Merlín)

-Vive Dios, no lo sabéis bien (le conteste)

-Ruego disculpas, no pretendí hacerles esperar, pero las doncellas se echaron sobre mí, y no cesaron hasta darme este aspecto. Espero sea de vuestro agrado.

-No lo dudéis así es ( juzgo Merlín)

-Despertadme creo que aún sueño.

-Sois muy galante Víctor. Alegra ver que os curasteis del mutismo.

-Vos sois cura a todos los males.

-Galanteos a parte ¿cenamos? (Interrumpió Merlín como de costumbre)

Si hubiese de definir en imágenes un banquete, mostraría éste con el que nos obsequió nuestro amigo Augusto.

Aquel faisán tan delicadamente decorado como lo estaba el jugoso y dorado lechón, con un enorme asado de lo que sin duda era ternera. Un interminable cúmulo de recipientes con las más sabrosas salsas.

Al igual que el entrañable Leonardo, Augusto nunca escatimaba el vino, ¡y que vino!...

No quise excederme con él, a pesar de su excelso paladar, fui comedido.

Disfrutamos de todos aquellos pingües manjares dando gracias de haber llegado a tan buen puerto, ajenos al duro camino que aún nos restaba por recorrer.

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