martes, 17 de mayo de 2011

Capítulo 20 Hacia los Alpes


-¡Buenos días nos dé el creador! Todo está listo como acordamos anoche amigo Merlín, pero aun os ruego que me hagáis compañía unos días más.

-Bien sabe Dios cuanto aprecio vuestra compañía, pero es este apego que os tengo el que me insiste en la prudencia puesto que os supongo un gran peligro. Vos habéis conseguido ser ignorado por Lorena, si ella intuyera quien sois en sus indagaciones en nuestra búsqueda, perderíais todo lo que con tan duro trabajo habéis conseguido estos últimos años.

-Sea pues, siguiendo vuestras directrices mis siervos y mi propia familia se puso manos a la obra bien temprano y si gustaseis podríais partir ahora mismo, mas os ruego que al menos nos acompañéis en la comida del medio día, ésta servirá de banquete de despedida.

-Con gusto os acompañaremos en dicha comida, ya que Roxane y yo anoche abandonamos temprano el banquete.

Roxane y Merlín asintieron en un gesto de apoyo a mi propuesta que había hecho suya.

- Me he permitido cambiar vuestros atuendos, vuestros disfraces de zíngaros podrían causaros muchos problemas en el país alpino, es un hervidero de políticos y religiosos, las minorías son aplastadas, os aniquilarían, debéis pasar inadvertidos, es por eso que os hemos confeccionado una apariencia de campesinos de traslado a otras tierras.

-Me parece genial vuestra iniciativa amigo Augusto, nosotros mismos hace unos minutos deliberábamos sobre los riesgos de dichos atuendos.

-¿A sablazos? (Convino Augusto iniciando una carcajada)

-No. Eso era un juego. (Le contestó Roxane)

-Pues el juego lo pagó mi camisa. (Comenté divertido mostrando el desgarro de la prenda)

-Tampoco es para tanto, yo misma os lo coseré.

-No os molestéis, vuestros nuevos atuendos ya están listos en los aposentos, la camisa la zurcirá mi modista y quedará nueva.

Caía la tarde y las últimas luces del día se iban consumiendo, las sombras cada vez eran más largas, en ocasiones parecían una prolongación del camino.

Nuca había viajado a una velocidad tan lenta, ésta permitía empaparse del paisaje.

Lo normal sería ignorarlo como el trivial entorno que nos rodea, pero la situación se me hacía tan extraña que todo lo que sucedía a mi alrededor se me antojaba novedoso.

Al culminar algunos altozanos se alcanzaban a ver a lo lejos las luces de Milán ya dejada atrás hacía horas, en ella quedaron grandes amigos y perennes recuerdos.

Aun recuerdo el llanto de Augusto y su esposa, llanto al que inevitablemente nos unimos, eran una familia maravillosa.

Por delante teníamos 210Km a pie y carreta, un camino casi tan largo como el recorrido desde Florencia a Milán, 235Km que cubrimos en poco más de seis días casi siete.

El camino era mucho más abrupto, nos encontrábamos en uno de los terrenos más accidentados de Europa.

Es curioso… me venía a la cabeza la gesta de Aníbal, si él los cruzó con sus elefantes cuando las sendas estaban menos definidas, para nosotros sería más fácil, teniendo en cuenta que desde que se abriera la ruta de las indias, el flujo de mercancías hacía que los caminos del viejo continente fuesen más transitados y por lo tanto menos toscos.

Mi mayor miedo eran los enfrentamientos religiosos, el integrismo es temible, las gentes movidas por la ignorancia y espoleadas por clérigos que a menudo carecen de escrúpulos, son capaces de todo tipo de atrocidades.

Nuestro disfraz de campesinos era idóneo. Ropas humildes, escasos enseres, casi producíamos lástima, muy apurado se ha de ver el ladrón para abalanzarse sobre quien nada posee.

No era probable que entre tanto tumulto sectario hubiese arraigado el poder de Lorena, los poderosos en este país solían ser el blanco de los unos y los otros, ya se sabe… “Rey muerto, rey puesto”.

Esta vicisitud desplazaba a nuestro principal enemigo y nos permitíamos el lujo de deambular como el resto de los mortales, a plena luz del día.

Es muy diferente andar los caminos iluminados por el astro rey, lo abrupto del camino se suavizó con la visión directa del mismo.

No obstante manteníamos la guardia en alto, estábamos rodeados de inestabilidad, un movimiento en falso y seriamos el blanco de cualquier fanático.

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