martes, 10 de mayo de 2011

Capítulo 16 Nuestra noche


Ya acabado el festín, convine con Roxanne salir a tomar el aire fresco de la noche milanesa, dicho comentario lo escuchó Merlín, no por curiosidad sino porque no hice ningún disimulo al dirigirme a mi bella amiga.

Grato ante mi abierta sinceridad Merlín comento amablemente:

-El patio de esta casa-palacio es un deleite a la mirada y la noche es grata, id y disfrutad, aún me queda vino y manjares en esta mesa por degustar. Estoy seguro que deseáis pasear en intimidad.

-Bien lo sabéis amigo mío. Os agradezco la excusa de este ágape y os deseo lo disfrutéis tanto como nosotros del paseo.

Roxanne añadió a mis palabras una de sus más bellas sonrisas.

No se equivocaba Leonardo, el patio era fascinante el soportal que lo colindaba así como los balcones sobre el mismo, se hallaban repletos de flores.

En el interior de aquellas terrazas estaban tendidos a secar los saltos de cama y los atuendos que la servidumbre hubiese lavado en el día.

En el patio había una fuente de piedra coronada por una estatua de Cupido, de su boca brotaba el agua cayendo en una pila, de ésta a una más grande y a continuación en un estanque.

La pequeña laguna estaba repleta de nenúfares que cobijaban ranas, en aquellas horas de la noche cantaban su curiosa melodía.

Nos sentamos en uno de los bancos de madera que se encontraban junto a los setos del jardín que rodeaba aquella clepsidra.

Estábamos uno junto al otro, casi notaba el calor de su cuerpo.

Tomé sus manos y la miré a los ojos, éstos reflejaban la luna, la misma que imprimía un brillo azulado a su piel albina.

Ya no había miedos ni retentivas, sabía muy bien lo que sentía y necesitaba confirmar su sentir.

Acerqué mis labios a los suyos, lento muy lento, cerré los ojos y nuestros labios se unieron sellando el más puro amor.

Nuestros labios eran como dos rosas mecidas por el viento acariciando los pétalos de una a otra.

Fue en ese instante que brotó desde mi pecho un intenso calor, todo era blanco, azul, rosa, no lo sé…, era ideal, estábamos en el Nirvana.

Ella puso sus manos en mis hombros, yo en su cintura, ella deslizó sus manos por mi cuello hasta mis mejillas y yo las deslice hacia sus caderas.

El beso aumento en intensidad, tomábamos aliento el uno del otro, era una fusión, éramos un mismo ser.

Con el corazón al galope, sentía mi pulso, latido a latido, de puro instinto separamos los labios para regresar al plano consciente y recrearnos en los mágicos instantes vividos.

Mirándola de nuevo a los ojos no sólo vi la luna…, vi el universo.

Sus manos aun estaban en mis mejillas, mirándome con una ternura infinita me dijo:

-Os amo, nunca conocí varón como vos.

-Sois un ángel, guía, propósito y dicha de mi destino. He recorrido eones en el espacio y en el tiempo y doy gracias al creador por conoceros.

Ella se arrojó a mis brazos y nos fundimos en un abrazo único en el que se fusionó cuerpo y alma.

-Os amo desde el día en que os vi. Nadie hubiese hecho nada para impedir que fuese a la hoguera, ya estaba resignada.

-No podía asimilar que ese fuese vuestro fin, cuando os oí hablar cuando os escuché, aquella atracción física que desató vuestra belleza se transformó en admiración que día a día acrecentó éste nuestro más puro amor.

-Mi vida, quiero estar siempre con vos. Siento que sin vos no podría vivir.

-Vida es lo que me faltaba hasta que os conocí me habéis traído de regreso a ella. Soy vuestro, mi vida, mi voluntad, mi corazón.

Notaba su calor, su ternura, un mundo nuevo se abría ante mi, su mirada era la promesa de un comenzar en una existencia hasta ahora tan sólo soñada.

Recordé de repente nuestra huída y el peligro que aún nos acechaba y se lo expresé a mi amada.

-Aun nos queda mucho por recorrer, ya oíste a Leonardo, Lorena sigue ahí, acechando.

-“Ssssssh” (puso el índice en los labios, silenciandome y dijo)

-Subidme a vuestro cuarto.

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