lunes, 11 de abril de 2011

Capiítulo 2 ¿Qué es lo que pasó?

Desperté de repente, las manos, los pies y la boca, seguían doliéndome.

Notaba en la boca un sabor a especia, sí... era clavo.

Había oído que se usaba como potente calmante para lesiones dentales.

Observé mis manos completamente vendadas, y con un fuerte olor a vinagre.

El vinagre y la sal, son los mas antiguos desinfectantes y cicatrizantes.

Retiré la sábana, que me pareció de lino, o tal vez otro tejido no menos noble, pude ver mis pies igualmente vendados.

¿Donde estaba?

Me incorporé como pude, sentado en el lecho miré a mi alrededor, y no reconocí absolutamente nada, de cuanto mi vista capto.

Todo tenía una apariencia antigua, me recordaba a mi tienda de antigüedades en el mercado chico de Ávila.

La puerta de la estancia se abrió, y apareció un “personaje” ataviado con ropas del periodo renacentista, entró y dijo:

-Es un milagro que estéis vivo, y me alegro que al fin os hayáis despertado.

Hablaba italiano. Yo por mi constante búsqueda de obras de arte con el que especular, viajé por todo el mundo aprendiendo multitud de idiomas. El italiano lo hablo con acento nativo, pero el acento de este hombre era harto extraño. Sonaba “antiguo”

Ante mi cara de evidente ignorancia, volvió a dirigirse a mí:

- ¿Puede entenderme?

- Le entiendo perfectamente gentil hombre, y no se como puedo agradeceros lo que estáis haciendo por mi, tal vez si me explicarais que sucedió, eso ayudaría.

- Es curioso que me pidáis que os lo explique, más bien deberíais ser vos quien se explicase. No os preocupéis, en suerte se más de lo que os ha sucedido de lo que parecéis saber.

- Puede que me toméis por loco, pero os diré en resumen, que me desplacé desde un lugar muy lejano.

- Lo sé y mi pregunta es; ¿Qué año?

- ¿Año? ¿Vos sabéis a que me refiero?

- Por supuesto

- ¿Cómo puede saber usted de lo que le hablo?

- Le informo que el espejo junto al que le hallé, es obra mía

- Partí desde el año de gracia de dos mil nueve, por desdicha no hallo gracia alguna en lo sucedido.

- Sería menester que no me hablase usted de ese lugar más allá de lo estrictamente necesario, la cognición del futuro suele ser causa de calamidades. Debo reconocer que en un principio quedé perplejo. Tan solo he construido uno de los dos espejos que se requieren para desplazarse.

- Creo que se lo que sucedió. Para llegar aquí solo hice uso de uno, así pues debía llegar cuando uno existía.

- ¿Cómo? Es imposible viajar con tan solo uno.

- Hubo un segundo espejo, pero éste no fue de su elaboración, en realidad ni siquiera de la mía.

- ¿Quién fue el genio del segundo espejo?

- Un tal Bill Gates.

- ¿Qué técnica usó?

- Una muy compleja, cuyo arcano ni yo mismo entiendo, empiece por explicarme la suya.

- Hace algún tiempo recibí la visita de un viajero, que dijo conocer mi trabajo por los libros de historia, y que era fundamental que le prestara mi ayuda.

- ¿Quién sois vos?

- Me llamo Leonardo y soy natural de Vinci en la Toscana.

- ¡Santo cielo!, claro que estáis en los libros de historia, sois historia propiamente dicha.

- Muchas gracias pero no creo hacerme merecedor de tan alto honor.

- Sí que es así, creedme, ahora si es tan amable continúe su explicación.

- Como ya os dije me visitó un “viajero”, éste dijo llamarse Merlín, y que debía sus conocimientos a sus múltiples viajes habidos con un sistema que le anclaba a un lugar, era por eso que necesitaba mi ayuda para crear una variante del mismo, que le permitiera viajar desde cualquier punto.

- Disculpadme ¿Estáis hablándome de Merlín el de la leyenda Artúrica?

- El mismo. Permitidme continuar. Este señor tiempo atrás vio caer en la noche un meteorito que removió una montaña junto al mar. En la montaña se generó una gruta, y dada la proximidad al mar, se formó un lago en su interior. Dicho lago era de un azul intenso, al igual que el techo de la bóveda, fruto del extraño metal que el meteorito portara. El tomó aquel lugar como refugio, y no tuvo por menos que inspirarle bellos poemas. Lo que él en un principio ignoró es que las entonaciones variarían la superficie del lago lo mismo que las emanaciones del fausto metal, variando al tiempo el reflejo de las aguas, abriendo la puerta del espacio-tiempo.

- Entonces… ese es el origen.

- Sí. El viajero comenzó a viajar. Descubrió medios con que mover y moldear la roca, para ocultar la gruta, y construyó sobre ella Camelot, protegiéndola. Pero solo se podía trasladar desde allí, por eso acudió a mi.

- Ese extraño metal en mi tiempo lo llamamos cobalto, y tiene multitud de usos, incluso en el campo de la medicina.

- Hablando de medicina, tenéis problemas, vuestro lamentable aspecto al entrar en mi mundo, se debe al uso de dos espejos de diferentes orígenes. Tan solo se desplazaron vuestros tejidos vivos, la queratina no lo es. Temo por vos, podría haber más daños que no vemos. Tan solo Merlín el viajero puede ayudaros. Por cierto, aun no se vuestro nombre ¿Cómo os llamáis?

- Víctor y soy natural de Ávila, en la regia Castilla.

- Amigo Víctor, cuando os hallé tendido junto al espejo pensé que erais un pobre desgraciado, al que hubiese torturado el santo oficio, por las heridas que mostrabais, y me apresuré a socorreros. Al sanar vuestras heridas, comencé a entender. Vuestros cabellos no fueron rasurados ni arrancados, puesto que en la acción hubieran arrancado parte del cuero cabelludo. Lo mismo hubiera sucedido con las uñas. El hecho de haber tanta sangre junto a vos, implicaba que la tortura se debía haber hecho in situ. Totalmente descartable por supuesto. Por último la proximidad al espejo me hizo deducir el resto.

- ¿Decís que puede haber más mal, y que debemos consultar a Merlín?

- Así es, pero todo a su tiempo.

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