domingo, 17 de abril de 2011

Capítulo 6 La explicación al fenómeno

Tras el relato. Merlín sugirió que fuéramos al taller.

Leonardo había acudido a una cita con un importante personaje. Codeándose con las altas esferas, lograba cosas increíbles.

Leonardo nos permitía usar su taller sin ninguna reserva.

Ya hacía tiempo, que se aprovechaba de los conocimientos que le había cedido Merlín, y algún que otro mío.

Siempre insistiendo en que no le diéramos a conocer nada que no constara entre sus conocimientos documentados en el futuro.

Insistía mucho porque no paraba de asombrarse de los muchos conocimientos que se le atribuirían en los libros de historia.

Entramos en el taller y Merlín cogió dos diapasones de un estante.

Se acercó a una pila llena de agua y dijo:

- El reflejo del agua tiene la misma física que el de un espejo. Refleja una imagen diametralmente opuesta. Si se pone un espejo frente a otro, esto se corrige ¿curioso verdad?

- Sí, pero también se produce un reflejo infinito.

- Cierto, luego hablaré de ello. Lo que trato de explicar, se basa en la superficie lisa del agua de esta pila.

En dicha pila, por su amplitud se reflejaba la imagen de los dos.

Leonardo golpeó uno de los diapasones en el borde de la pila, según vibraba, lo acercó a la superficie que empezó a vibrar a su vez.

- Habéis visto Víctor, la vibración se trasmite a la superficie del agua.

Golpeó el segundo diapasón y lo acercó a la superficie a unos cuarenta centímetros del otro.

- lo veis, la vibración del segundo, se desplaza en ondas como la del primero, y al juntarse producen una pequeña ola.

- Es muy curioso. ¿Pero aquí solo hay un reflejo?

- Lo que trato de explicaros, es que los espejos enfrentados, se funden en uno, que genera una imagen real, y si se interpone un sonido, el efecto es similar al de los dos diapasones.

- Pero los espejos de la sala, tienen la superficie rígida, al igual que uno de los espejos que usasteis en la gruta.

- Cierto, en los espejos rígidos, su superficie reverbera en la radiación gamma del cobalto.

- Mi segundo espejo era una antigua pantalla que tenía en mi despacho de casa. Mi manía de guardar cosas viejas, me hizo guardar esa pantalla de radiación alta, la guardaba por la nostalgia que me producía comprobar, que a pesar de los años, aun podía conservar algo de mi primer PC.

- Se muy bien lo que es un PC, viajé a vuestra época, bueno casi, me quedé en el 2000. El PC emite una radiación de frecuencia diferente a la del Cobalto, es por eso lo accidentado de vuestro viaje.

- ¿Por qué mencionas el sonido?

- El tono del sonido es la clave, en nuestro caso el tono lo da el poema.

- ¿Tonos?

- Los tonos de voz varían, las superficies de los espejos, que se muestran especialmente sensibles por la radiación.

- Recuerdo que estaba recitando un soneto, cuando se produjo el fenómeno.

- El soneto es el poema ideal para que se produzca ¿Sabes de donde proviene su nombre?

- Es de origen italiano, si no me equivoco.

- Proviene del término “Sonus” que significa; tono o sonido.

- Sus tonos son los que canalizan la radiación.

- La canalizan hacia los pensamientos ¿Qué estabais pensando?

- Me sentía vacío, lo único que me llenaba, eran las antigüedades que atesoraba.

- Yo creo que eso es bastante revelador ¿no creéis?

- Sí, está todo muy claro, pero ahora no se si quiero volver.

- De eso hablaremos más tarde, aun me quedan cosas que contaros de mí. Volviendo a mi primer viaje:

Aquel clérigo además de aportarme un gran aprendizaje, me hizo ver que la cultura apenas llegaba a la isla en la que me encontraba, eso fue lo que me animó a cruzar el canal de la Mancha.

Me hice pasar por peregrino, para no llamar la atención.

Mis pasos me guiaron a Florencia, la cual intuía el centro de toda la cultura de la época.

Vivía entre mendigos recitando poesías y recibiendo limosnas.

Un hombre lujosamente ataviado, atraído por mis versos me dijo:

-Sois bueno en la rima, y tenéis una curiosa cadencia. ¿Sabéis tal vez algún soneto?

Ante mi cara de asombro supuso mi respuesta, pero ya había picado mi curiosidad, y le dije:

-No conozco dicho vocablo, pero si es un gran poema, me encantará componerlo.

-No será fácil, os lo advierto.

-¿Hay algo que lo sea?

Esta respuesta suscitó inquietud en el individuo, me llevó a comer a su casa, me puso papel y pluma sobre la mesa, y siguiendo sus instrucciones, no tarde en escribir mi primer soneto.

El hombre quedó tan satisfecho que me rogó que me quedara con el como huésped, me aseó y me vistió liberándome de mis harapos.

Puso este hombre gran información a mi alcance para que confeccionara mis sonetos.

Lento pero seguro avanzaba en mis conocimientos, a los dos meses, este señor ya se había hecho célebre en su círculo de amistades, puesto que yo le había enseñado a componer más allá de lo que el sabía.

Con los conocimientos adquiridos me dirigí a Cornualles. Saludé a mi amigo el clérigo, que me recibió con gran alegría.

Le hice entrega de unos volúmenes para enriquecer su biblioteca. Él me obsequió con un gran vino.

Habiéndome despedido del clérigo, me encaminé a la gruta. Limpié la losa enmohecida por el tiempo, y cuando los reflejos fueron perfectos, empecé a recitar mi primer soneto.

Un hombre lleno de noble cultura.

Nos dijo el conocimiento es poder.

Pero esto se tiene que reconocer.

Estableciendo una noble postura.

El orgullo mancilla tu figura.

Para bien conocer has de aprender.

Conseguir todos los demás bien ver.

Armándote de la grata dulzura.

El buen sabio siempre estará aprendiendo.

El siempre sabe que es aprendiz.

Pues de mano de otro va conociendo.

Mirad con atención de esto la raíz.

Mejor se aprenderá todo cediendo.

Conste a todos que no es ningún ardid.

Me desplacé en el tiempo con un solo pensamiento.

Poder verme a mi mismo poco antes de mi primer viaje.

Esta vez si había luz en la gruta, y mi otro yo me miraba a unos cinco metros de distancia, completamente horrorizado.

Corrí hacia él temiendo que sufriera un colapso. Al tocarle sufrí una descarga, que recorrió todo mi cuerpo. Cuando me despejé mi otro yo no estaba.

¿Qué había pasado con él?

Llevaba varios días con una severa infección en la boca, ésta había desaparecido. Así como pequeñas heridas que me hiciera en las manos, tampoco había rastro de ellas.

Corrí hacia el espejo me miré en él. La demacración que sufriera a causa de mis días de mendigo, ya no se mostraba, era como si hubiera rejuvenecido.

Ahora estaba claro, mi otro yo se había fundido conmigo. Yo tenía su cuerpo, el tenía mi mente, los dos éramos uno solo.

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