viernes, 22 de abril de 2011

Capítulo 10 El jardín de Leonardo

Era una maravilla recobrar la visión ante aquel derroche de colores y aromas, me vino a la mente la imagen de los distintos “Jardines botánicos” que había visto en los libros, las películas, incluso en la realidad en diferentes ciudades.

Me encontraba en uno de los más antiguos que se podía conocer. (Obviando el de Aristóteles por supuesto)

Todo se encontraba en un orden perfecto. Primando la especie seguida del origen.

Sus avances para mantener en flor determinadas plantas eran increíbles. Yo no sé mucho de botánica, pero lo suficiente para saber que me hallaba ante algo increíble.

El carácter científico de mi amigo, no le limitaba a la hora de observar y crear la belleza.

Roxane al igual que yo, permanecía boquiabierta, pasmada por el paraíso que nos rodeaba. Como un niño en una juguetería sin saber a que juguete dirigirse.

Instintivamente me dirigí hacia las rosas. Había todo un elenco de colores tamaños y formas. El mismo instinto que guiase mis pasos hacia allí, me guió hacia las del color rojo más intenso.

Me volví hacia ella, y allí estaba, rodeada de la naturaleza en su esplendor. Era como uno de los magníficos retratos que pintaba mi amigo el genio, envuelto en un idílico entorno.

Vi su mirada serena, deleitándose en aquel paraíso. Ésta me devolvió la serenidad y recordé que el lenguaje de las flores, casi extinto en mi época, en la de ella era tan natural como la propia voz.

La rosa roja significa pasión, ésta no debe desatarse antes de conocerse, puede tornar en lujuria, yo estaba sintiendo algo muy grande, pero no podía dejar desbocar mi corazón, su intenso galope debía ir parejo con mis pensamientos.

Tomé una de color rosa pálido, y se la entregué casi sin mirarla a los ojos. Creo que me ruboricé. Ella la agradeció con una luminosa sonrisa, sus labios eran perfectos, dos pinceladas rojo púrpura.

(Demasiado deprisa) Mi mirada se fue tímidamente al suelo, y ella para descargarme, desvió la tensión hacia lo que se suponía que habíamos salido al jardín.

-¿Cómo son las mujeres en la época de la que venís?

-Hay mucha igualdad entre hombres y mujeres en comparación con vuestra época, pero aun queda mucho que avanzar.

-Me encantaría vuestra época, no solo por los avances que hayáis logrado en ciencia y tecnología. Un mundo en que las mujeres y los hombres sean iguales, más que una Utopía parece un sueño.

-No existe tal sueño, como os he dicho aun queda mucho por avanzar. La liberación de la mujer la ha permitido acercarse a la cultura. El hombre comienza a ver atractiva la inteligencia en la mujer. No una amenaza.

-¿A vos os gustan las mujeres inteligentes?

Mi sonrisa la contestó. Ella notaba mi tensión y me daba asueto.

-Podríais contarme exactamente como llegasteis aquí. (Dijo ella aliviándome de nuevo)

No fue fácil explicarle lo del PC y la pantalla.

Le vine a decir que nuestra tecnología nos había llevado a construir algo así como una bola de adivino, pero que mas que una bola era una ventana. Que era como asomarte a la ventana y ver al vecino, o ver unos textos sagrados dentro de una vitrina en el templo. Se mira pero no se puede tocar.

Le comenté el estado en el que llegué. Al ver mi cara de dolor infinito, Cogió mi mano y me miró con dulzura, como si hubiese notado parte de ese dolor y quisiese darle alivio. Y me dijo:

-Leonardo tenía razón vuestro viaje fue muy tortuoso. ¿Realmente lo haríais de nuevo?

-Si fuera ese el único camino para conoceros, lo haría con toda seguridad.

Nos abrazamos, nos miramos a los ojos, por un instante mi único pensamiento era besarla, pero no quería presionar.

Ella juntó su mejilla a la mía, quedando sus labios tan cerca de mi oído que sentía su suave respiración y notaba su cálido aliento.

En un susurro, casi una caricia, murmuró:

-Soy incapaz de explicarme lo que siento por vos, se que es algo grande, bueno y me gusta. Pero no puedo evitar mi miedo.

-Yo también tengo mi miedo, mi desamor no ha sido tan traumático como el vuestro, pero allí quedé una mujer hastiada de mí y una conciencia con una eterna pregunta ¿Por qué?

-¿Había un amor allí? ¿No estabais solo allí?

-“Había” otro amor, pero cuando partí, era como si estuviera solo.

-¿Se consumió el amor por si solo? ¿Pasó algo?

-El problema es que no pasó nada, ni bueno ni malo, y el vacío a veces es peor que el dolor mismo.

-He visto la mirada de los presos. No es debida a la tortura, ni al hambre. Es el vacío del que me habláis. Lo he visto ahora en vuestra mirada.

1 comentario:

  1. Excelente tu narracion. Se ve la huella feminista de Nicole en tu escrito. muchos abrazos. Judith

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