martes, 14 de junio de 2011

Capítulo 25 Hubertus de Valonia


Álvaro desplegó de nuevo su hospitalidad más allá de su morada, ofreciéndonos escolta hasta Callais, pero Merlín le disuadió haciéndole ver que por mucha confianza que pusiese en sus hombres, todos ellos se subordinaban al santo oficio al igual que el mismo, él podría anteponer su amistad a las órdenes de sus superiores, pero sus subordinados no estaban tan ligados a nosotros.

El Santo oficio nos perseguía y los padres de Roxane ya habían sucumbido bajo sus pérfidas intrigas, Álvaro comprendió de inmediato la situación y se limitó a pertrecharnos, debo admitir que lo hizo sobradamente.

Nos dirigíamos a Charnoy donde Álvaro tenía un amigo, era una población muy pequeña, más adelante se llamaría Charleroi, que es una de las ciudades más grandes del condado de Valonia, uno de los tres condados Belgas.

Fue un acierto por parte de nuestro anfitrion Toledano. Su amigo era un noble muy influyente en la región y al igual que él se podía permitir prerrogativas para con la iglesia, puesto que su poder e influencias eran considerables.

Tenía una hacienda en esta pequeña villa, constaba de un suntuoso palacio de unas cuadras enormes y de pequeñas fincas donde moraban sus aparceros.

Llegamos a sus puertas con la carta que nos entregó Álvaro y nos recibió uno de sus lacayos, tras ojear dicha misiva nos acomodó en un salón mientras llevaba las credenciales a su señor, instantes después nos condujo a su presencia:

-Bienvenidos a mi morada, mi nombre es Hubertus .

Tendió la mano a Merlín que era quien más cerca estaba de él.

-Encantado, mi nombre es Merlín y le agradecemos su hospitalidad.

-No es una carga, es en realidad un placer.

Ahora alargó la mano hacia mí.

-Mi nombre es Víctor e insisto en el agradecimiento de Merlín.

-Vos sois el compatriota de Álvaro, él os nombra en el escrito.

Ahora se acercó al pequeño, se agachó y acariciando su mejilla le preguntó:

-¿Vos debéis ser Alex?

-Si.

El niño tomó la mano que acariciaba su mejilla y la estrechó en un gesto de adulto, haciéndonos reír a todos, este arranque de risa le hizo sonrojar.

-No temáis muchacho, hay individuos que triplican vuestra edad y su hombría al lado de la vuestra languidece.

Las palabras de Hubertus junto a su apretón de mano, elevaron al infante.

-Vos sois Roxane, la hija de Piero Atienza, ignoraba lo excelso de vuestra belleza.

Nuestro anfitrión tomó su mano y la besó con delicadeza.

-Gracias por vuestro halago ¿conocíais a mi padre?

-Fui oficial a las órdenes de Álvaro muchos años, iba a bordo de la galera que vuestro padre salvó. En sus letras el bueno de Álvaro me ha puesto al día, lamento profundamente su muerte y sumaré mis medios e influencias para apoyar las diligencias para restituir vuestros vienes y llevar la justicia hasta los culpables.

Recorrimos toda la Valonia escoltados por nuestro nuevo anfitrión. Viajábamos en su fastuosa carroza con una docena de lanceros escoltándola, la nuestra nos seguía guiada por uno de sus lacayos.

Llegada la noche nos alojábamos en el lugar más adecentado que hubiese en las cercanías, los cuales conocía muy bien Hubertus al ser natural de allí. Fue un viaje a todo confort.

Llegados a Lille Hubertus nos expuso su plan para pasar desapercibidos de las autoridades eclesiásticas.

-Conozco un armador en Callais, hace negocios conmigo. El merca su género en Valonia gracias a mi influencia.

-Los negocios suelen forjar vínculos muy firmes. (Puntualizó Merlín)

-Muy cierto amigo mío, además su discreción está garantizada puesto que su flota no declara a las autoridades la carga que traslada para nuestros negocios.

-¿Es un contrabandista? (pregunté preocupado)

-Por supuesto. Su condición o sus principios poco nos importan. No nos traicionará porque perdería una fortuna y la fuente de ésta.

-¿Y si las autoridades le presionan? (Esta vez la duda partió de Roxane)

-Si hago negocios con él es porque no conozco a nadie tan hábil para eludir a la autoridad, es un lince.

Hubertus se había citado con su socio en una posada de aquella villa.

El sujeto era lo más semejante a un lobo de mar que me había echado a la cara jamás,

Comía y bebía como un animal en la mesa en la que nos aguardaba, al ver llegar a Hubertus se levantó y se dirigió a él:

-Dios os guarde Hubertus. ¿Quiénes son vuestros Amigos? (vociferó con una voz quebrada por el licor)

Alex se aferraba a las faldas de Roxane aterrado por el aspecto del contrabandista.

Hubertus tras estrecharle la mano nos presentó y comenzó a exponerle el plan:

-Necesito vuestra ayuda René.

-Sabéis que podéis contar conmigo para lo que sea.

-Lo sé, por eso acudo a vos.

-No necesitan contarme su historia, viniendo de vuestra mano sólo deben decirme donde quieren ir, nadie hará preguntas, pasarán desapercibidos.

-No esperaba menos de vos, deben ir Plimouth.

-Yo no atraco en ese puerto, allí no tengo contactos, mi socio está en Dover.

Merlín alzo la mano educadamente para no molestar al interrumpir la conversación y se dirigió a ambos:

-Llevadnos a Dover, allí conozco a quien nos llevará a Plimouth. Es el paso de Francia a Inglaterra en el que necesitamos vuestra preciada ayuda.

-Sea pues, hasta Dover os llevaré.

Acompañamos en su cena a René, a juzgar por lo que engulló en nuestra compañía junto a lo que ya engullía cuando llegamos, yo diría que cenó dos veces ¡Qué barbaridad!

Al alba nos despedimos de Hubertus y partimos hacia Callais. El viaje con René duró lo mismo que con Hubertus, pero lo hicimos en nuestro carro, la escolta se limitó a cuatro hombres de René armados de sables y pistolones alojándonos en fondas y posadas modestas.

Fue un viaje cómodo en comparación al resto de los que hiciéramos solos, pero ni mucho menos comparado con el de Hubertus.

Ahora estábamos frente al velero de René y éste lo admiraba orgulloso:

-Amigos esta es mi nave, en ella cruzaréis el canal.

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