martes, 24 de mayo de 2011

Capítulo 24 Álvaro


El palacio de Álvaro estaba realmente desangelado, falto de los ornamentos usuales en los recintos palaciegos, eso sí, se hallaba limpio y ordenado.

Contaba con un sobrado contingente de sirvientes lo cual hacía una idea de su elevado cargo al servicio del emperador.

Ahora nos hallábamos en un gran salón, lujosamente ornamentado, de lo cual se deducía que ésta era una de sus estancias favoritas, nos sentamos a la mesa y nos sirvieron un refrigerio, el mes de junio estaba avanzado y hacía calor. Ya acomodados nuestro anfitrión se dirigió a nosotros:

-Espero sea de vuestro agrado éste mi hogar. Mis sirvientes han comenzado a adecentar los aposentos, perdonadme la indiscreción fruto de vuestras miradas ¿Compartiréis alcoba vos y Roxane?

-No hay indiscreción mi querido compatriota, Roxane y yo no ocultamos nada.

-En dicha es, odio las parejas paseando en furtivo por las noches, asemejan las conjuras e intrigas de la corte.

-¿Y yo? ¿Dormiré sólo? Este palacio me asusta, es muy grande.

-No os preocupéis jovencito, yo compartiré mi cuarto con vos.

-Os quiero mucho Merlín, sois muy bueno conmigo, con vos no tendré miedo.

-Perfecto, podéis acomodaros bajo mi techo como si fuera el vuestro y si lo deseáis amigo Merlín, mañana nos dirigiremos al local del mercader del que os hablé.

-Bien sabe Dios cuanto os agradecemos vuestra hospitalidad y el encontrar un joyero de fiar en una ciudad desconocida es poco menos que imposible.

-Sois un milagro obrado del creador amigo Álvaro, también mi padre sabía elegir sus amigos como vos.

-Vuestro padre no sólo mercaba la ruta de las indias, también prestó logística al emperador, es por eso que los piratas se cebaban con él.

-Le llevaron al borde de la ruina, es por eso que me desposé con aquel ser despreciable, por eso y porque ignoraba su naturaleza.

-Ignoraba la situación de vuestro padre, de solicitármelo yo mismo le hubiese ayudado.

-Mi padre tenía muchos amigos como vos, pero jamás quiso ser carga para ninguno de ellos.

-Para mí no hubiese sido carga, pago más bien en todo caso, no os podéis imaginar cuanto le debo, hasta la vida misma, las naves suyas salvaron mi galera del ataque del fiero turco.

-Sabía de las bondades de mi padre y es por eso que me siento tan orgullosa de él, justo será ver preso a quien le traicionó, mas os ruego no le den muerte, puesto que ésta solo generará más mal. Preso y encadenado tendrá toda una vida para purgar su culpa.

-Tal y como os he dicho me personaré para comprobar que paga su felonía, podéis acompañarme si gustáis, allí podríais retomar vuestra vida.

-Me temo que no podré aunque bien sabe Dios que ese sería mi gusto, es de gran importancia la misión que me une a Merlín y a Víctor.

-No me será difícil solucionar vuestra situación marital, mis contactos eclesiásticos mediaran su nulidad, mas… ¿A que paradero os enviaré misivas con el desarrollo de los acontecimientos?

-Merlín tiene un gran amigo en Florencia con el cual estamos asiduamente en contacto. Quizás lo conozcáis, puesto que es muy conocida su labor.

-Merlín tiene casi tantas amistades como yo en esa espléndida ciudad.

-Ninguno como Leonardo, el gran genio natural de Vincy.

-Gran amigo mío también, será un placer mandaros allí las nuevas, o mejor aun… me personaré allí y disfrutaré de su compañía.

-Él conoce la precaria situación en que quedé, puesto que fue bajo su techo el primer lugar donde fui acogida, comunicarle vuestros logros será una gran alegría para nuestro amigo.

Merlín había estado asintiendo punto por punto la exposición de Roxane al igual que yo, puesto que coincidíamos plenamente, por su parte Alex se deleitaba con unos dulces que trajo la cocinera la cual no cabía en gozo admirando el apetito del zagal, se sentía sumamente alagada por el entusiasmo con que degustaba los ricos bocados que con tanto esmero elaboró.

Tras el ágape y la grata plática acomodamos nuestros enseres en las habitaciones y nos aseamos para la cena.

Alex seguía mostrando un notable apetito, sólo Dios sabe el hambre que pasó la criatura, Roxane y yo nos deshacíamos en miradas y roces de manos, no era de extrañar que lo captara de inmediato nuestro anfitrión que charlaba tranquilamente con Merlín de antiguas anécdotas y aventuras.

Tras la cena Roxane y yo salimos a un gran balcón del palacio de Álvaro, desde allí se podía ver casi toda la ciudad, Luxemburgo era fascinante a la luz de la luna. La piel de Roxane tenía un brillo azul como los espejos de Leonardo, pero este brillo no era metálico, era más bien un halo.

Estaba fascinado, la belleza de mi amada se magnificaba bajo aquella curiosa luz y sus ojos mostraban el paraíso en el que flotaba nuestro amor.

Nos besamos y nos fundimos en un abrazo en el que el tiempo se detuvo, ignorantes de nuestro entorno, unidos en un mismo latido, podría haber pasado un siglo y no lo hubiésemos percibido.

Separamos los labios y al abrir los ojos, nuevamente me fascinó su belleza, acercó su mano a mi mejilla y dijo:

-Os amo, mas este lugar aun siendo bello no es tan íntimo para desatar nuestras pasiones, vayamos a nuestra alcoba.

Tomé su mano y cogido de ella nos dirigimos al aposento, al pasar por el salón me excuse ante los comensales.

-Se hace tarde y mañana será un día largo, nosotros nos retiramos a descansar, os deseamos una grata velada.

-La misma os deseo (Contestó Álvaro alzando su copa en un gesto festivo)

Cada noche que pasábamos juntos era como vivir un sueño, no importaba si era en un lecho de plumas como el que disfrutábamos ahora o sobre una manta tendida en el duro y frío suelo como estas noches atrás. No importaba el frío, el calor, estaba con mi amada y eso era mas aun que un conforte, mucho más… era ternura, era pasión, era… era amor.

Amanecí un nuevo día junto a mi amada y di gracias al creador. Abrir los ojos y verla a ella era como el milagro de la primera luz del alba, era el renacer a la vida.

Nos besamos y abrazamos como si hiciese semanas que no nos veíamos, a pesar de haber estado toda la noche amándonos.

Oímos un toc, toc en la puerta (Se estaba empezando a convertir en una costumbre)

-¿Dan los señores su permiso?

-Adelante (contestamos al unísono Roxane y yo)

-Lamento si les inoportuno, pero me ordenaron los señores avisarles de que les aguardan en el salón.

-No se apuré, comuníqueles que en breve bajaré yo, la señora no tardará mucho más.

Bajé al salón y me encontré a Merlín y a Álvaro a punto de marchar, el pequeñín se deleitaba con la bollería que habían servido para el desayuno.


-Amigo mío, Álvaro y yo nos dirigimos al local del joyero, no habrá problemas esta vez, aguardad aquí con Alex, cuando baje a desayunar Roxane comunicádselo.

-Así lo haré, os deseo suerte amigos míos.

El joyero recibió lleno de gozo a Álvaro, estaba claro que era uno de sus mejores clientes.

-Buenos días tengan vuesas mercedes, es todo un honor recibirles en mi humilde casa, que motivo hizo posible tan grata visita.

-Buenos días tenga usted noble artesano. Mi amigo posee unas gemas que pretende trocar en oro y le hablé de su buen hacer.

-Puede contar con la mejor tasación, más aun recomendado por vos. Mostradme vuestras gemas por favor.

Merlín puso sobre la mesa una saquita de tela de cuyo interior extrajo tres inigualables gemas.

-¡Qué hermosura! No suelen mostrarme piezas tan hábilmente talladas. Veamos…

Tomó una de las piedras con una pinza y la observó a trabes de un conjunto de tres lupas, para comprobar la pureza de la misma.

-Disculpad mi minuciosa revisión, no se trata de desconfianza, es tan sólo que sin medios de comprobarlo, nos pueden estafar a cualquiera. Estos dos zafiros y el rubí son perfectos y le garantizo que nadie le pagará tanto como yo, ni siquiera en Berna donde presumen estar los mejores artesanos.

-Preferiría no hablar de Berna, confío plenamente en vos, tenéis el aval de mi amigo y éste vale más que todo el oro que merquéis en vuestro negocio.

-Un amigo es un tesoro, estoy convencido, es una lástima que los joyeros tengamos tan pocos.

viernes, 20 de mayo de 2011

Capítulo 23 El centro de Europa



Más que comer devoraba el exquisito manjar que Merlín cocinó con tanto amor (Amor y penicilina, ji, ji.)

Le mirábamos preocupados y comenzó a sentirse culpable, se dibujo en su cara un gesto mohín y al fin comenzó a llorar.

-¡Lo siento! Yo no quiero comer tanto, ¡pero tengo mucha haaaambre, buaaaaaaa!

-No lloréis más mi niño, comed cuanto queráis (le decía mientras lo abrazaba Roxane)

-Es que si como mucho no me querréis ¡Buaaaaa!

-No temas chiquitín, necesitáis comer, demasiada hambre habéis pasado (Le dije intentando calmarlo)

-No me dejéis por favor, yo sé pescar y cazar conejos, soy muy listo, ¡Hip,hip!

Su llanto ahora era un hipo nervioso e incontrolado.

-No os dejaremos (Le decía Roxane mientras nos miraba a Merlín y a mí)

-Todos me abandonan porque no se robar.

-Con nosotros no habrás de robar, cuidaremos de ti (le decía Roxane mientras le limpiaba las lágrimas).

Merlín tomó una hogaza y cortando una generosa porción le dijo:

-Tomad, coged y comed sin miedo, cuando se acabe pedid más, tendréis la que queráis.

La autoridad que le aparentaba Merlín a la criatura, pareció calmarle puesto que continuó comiendo ahora más reposado.

Tal y como era de suponer pasó una noche terrible. Comenzó a quejarse abrazándose el vientre, solo los mimos de Roxane le daban consuelo, ella lo miraba con una ternura infinita.

Merlín se le acercó con un cuenco en el que supongo había agua con bicarbonato, la efervescencia en el cuenco me lo confirmó.

Apenas lo bebió le sobrevino el vómito y con éste un cierto alivio, bien sabía Merlín que todo esto sucedería, mientras Roxane aseaba a Alex tras su desagradable experiencia, Merlín se acercó al fuego y retiro un puchero que olía claramente a manzanilla, la sirvió en un cuenco y añadió miel mientras murmuraba:-Esto le aliviará.

Tras la ingesta de la infusión el niño empezó a dormitar, salvo en algún desvelo que mostró con gemidos, pasó la noche en calma.

Yo no quería pronunciarme con respecto al muchacho, me agradaba muchísimo, es más, lo amaba tal y como confesó Merlín, pero intuía que algo no encajaba.

Nuestro siguiente destino fue Basilea, a tan sólo dos días de distancia 71 Km, por aquel entonces era una ciudad libre perteneciente al sacro imperio germánico, algunos años después pasó a formar parte de la confederación Helvética.


Allí descansamos un día y partimos a Extrasburgo, esta vez fueron tres días de viaje para recorrer los 113 Km que distaba de Basilea.

Estrasburgo también era germana en aquella época, doscientos años más tarde junto con el resto de Alsacia formaría parte de la corona de Luis XIV rey de Francia.


Descansamos también un día tal y como hicimos en Basilea, pero el cansancio era mayor, puesto que fue un día más de marcha.

Nos dispusimos a recorrer los181 Km que nos separaban de Luxemburgo.

Casi cinco días invertimos en cubrir esa distancia, tan agotados estábamos que decidimos estar dos días de descanso.

Esta ciudad también era germana, pero en el reinado de Felipe II pasaría a la corona española.

Desde que salimos de Berna estábamos en tierras germanas y por lo tanto la inquisición tenía poder sobre ellas, pero Lorena no podía imaginarnos allí, supongo que nos ubicaba en el mediterráneo o rodeando la península ibérica.

Nos hallábamos en el campamento que habíamos improvisado a las afueras de la ciudad, y Merlín se mostraba agitado.

-Hemos de comprar víveres en el mercado y apenas nos queda oro.

-¿Podéis trocar alguna joya?

-Por supuesto pero aun recuerdo el último trueque.

-Calmaos, todo irá bien, estamos preparados.

-Sea pues, vamos allá.

Roxane y Alex nos escucharon y asomaba en sus rostros la preocupación.

Caminábamos errantes por el centro de la ciudad sin saber muy bien donde dirigirnos. Entramos en una taberna y nos sentamos los cuatro alrededor de una mesa, merlín comentó expectante:

-Tal vez el mesero con una jugosa propina nos pueda guiar hasta un cambista

Un desconocido se volvió y miró fijamente a Merlín, Roxane y yo tocamos instintivamente el pomo de nuestras dagas, Merlín sujetó nuestras manos y dijo:

-Calma.

-¡Válgame el cielo! Pero si sois Merlín (dijo el desconocido)

-Querido amigo Álvaro, ¿Cuánto tiempo? debo presentaros a mis amigos.

Ella es Roxane (El nobe tomó su mano y la beso con delicadeza)

Nuestro pequeñín, Alex (Lo alzó y le dió un beso en la mejilla, que acto seguido se limpió el muchachito)

Y Víctor que es castellano como vos (Estrecho mi mano firmemente y se permitió un abrazo)

-Yo soy de Toledo ¿de dónde sois vos?

-Fantástico acero y geniales artesanos del mismo, yo soy de Ávila.

-Ávila del rey, geniales canteros, rudos como la misma piedra.

-Así es, piedra y acero amigo mío.

-¿Ávila? ¿de que familia sois?

-Me temo que mi familia no es de rancio abolengo pero si cristianos viejos.

-Me alegro de la merced de vuestros ancestros, soy diplomático, hombre de la corte del emperador y me jacto de ser muy selectivo con mis amistades, la vuestra con Merlín demuestra que él también sabe elegirlos.

-Os hacía en Florencia, donde nos vimos el mes pasado. (Ahora fue Merlín quien se dirigió al noble castellano)

-Asuntos del emperador son los que hasta aquí me trajeron, me alojo en un palacio que la inquisición incautó, llegué hace poco mas de una semana, llevo desde entonces asentándome, no os podéis imaginar los estragos que hicieron en dicho palacio.

-¿Será larga vuestra estancia en esta plaza?

-Meses, quizás años, es por eso que cuido tanto los detalles de mi morada ¿y vos y vuestros amigos?

-Estamos de paso, camino de mi tierra, paramos en esta ciudad para trocar unas gemas por oro para los gastos del viaje, pero en esta plaza no conozco ningún mercader.

-Por suerte o desgracia yo ya he conocido varios, hasta que llegó mi primera valija hube de empeñar algunas de mis joyas, conozco al mejor de esta urbe, dad vuestro problema por concluso, tan sólo os ruego vuestra compañía en mi morada, donde podréis reposar cuanto queráis.

-Os lo agradezco infinito y lo hago extensivo a mis compañeros de viaje, estamos agotados, son muchas jornadas a pie y carreta las que llevamos recorridas.

-Apenas sé de vos bella dama, Víctor es mi compatriota ¿y vos?

-Yo soy de Nápoles, de la familia Atienza, de rancio abolengo.

-Conozco a vuestro padre, estuve con él el otoño pasado, su flota también sirvió al imperio.

-Mi padre fue muerto, le denunció a la inquisición el esposo del que actualmente huyo.

-¡Dios santo! ¡Maldito bastardo! Ya puede darse por muerto. No puedo devolver la vida al bueno de vuestro padre al igual que nada puedo para que vuestros bienes os lo devuelva la inquisición, puesto que es más poderosa que la nobleza, pero vive Dios que ese bastardo si que os devolverá lo que os robó y pagará su felonía con su vida ¡Os lo juro!

-No me importan mis bienes, no me consolarán éstos por la pérdida de mis padres, pero sí descansaré sabiendo preso al causante de mi desgracia.

-Dadlo por hecho, redactaré unas misivas a las autoridades oportunas y antes de que yo mismo acuda a comprobarlo, que lo haré, ya estará preso. Yo apreciaba mucho a vuestro padre, ese mal nacido tiene los días contados.


miércoles, 18 de mayo de 2011

Capítulo 22 Alex


El angelito no se soltaba de la falda de Roxane, Había encontrado en ella un cobijo perdido largo tiempo atrás.
Mi amada estaba encantada con el niño, le miraba llena de ternura. Mirando sus lindos ojos del color del caramelo, le preguntó:

-¿Cómo os llamais?

-Me llamo Alexander.

-¿Alex? No suena de origen alpino.

-Soy inglés.

-¿Inglés?

El niño comenzó a hablar en un perfecto inglés (perfecto para su edad)

-Mi papa hacía joyas, un hombre muy rico le trajo con mi mama y mi hermano mayor. Aquí hay muchas joyas.

-¿Dónde está vuestra familia?

-La peste los mató.

-Lo siento. Ahora no estáis solo.

-No me gusta robar y las gentes no te dan nada, tengo mucha hambre.

-Entonces llévanos raudo al mercado.

En este mercado no buscábamos un amigo, buscábamos su alimento y esta inocente criatura estaba en las últimas.

Comenzamos a cargar el carro, Roxane elegía el género, Merlín trataba con el mercader y el infante y yo acarreábamos.

El rapaz tomó una de las manzanas que estábamos cargando y me miró anhelante, yo le dije:

-Comed cuanto queráis. Falta os hace.

Alex comía compulsivamente, sus ojos húmedos, a punto de llorar, lanzaba unas risitas extrañas, mezcla de alegría y emoción.

Roxane lo estrechó en sus brazos y le dijo.

- Sí. Come cuanto quieras, pero… (Elevó el índice en un gesto mas de consejo que de severidad) despacio, tranquilo, no queremos que enfermes.

Merlín había acabado su charla con el tendero y examinaba unos frascos de lo que parecía material de botica.

Me acerqué y le oí decir en un murmullo.-Para Alex.

¿Qué extraño? ¿Cómo había podido oír al niño? Apenas lo oí yo,

Dijo su nombre en un hilo de voz.

Tampoco entendía cómo le permitió a Roxane literalmente adoptar a la criatura, a sabiendas del viaje en el que nos hallábamos inmersos.

La voz de Roxane me sacó de mis cábalas:

-¡Vamos! Estos sacos son los últimos.

Salimos de la ciudad y sentí una gran tranquilidad, primero porque no me pareció un lugar seguro en absoluto y segundo porque Alex no se equivocaba al decir que los guardias solo acosaban al aburrirse, éstos se hallaban jugando a los naipes y nos ignoraron por completo.

En un bosque cercano montamos el campamento, Merlín se ofreció a cocinar, es más, insistió.

Comenzó a guisar unos conejos con patatas, verduras y especias que desprendían un aroma harto apetecible.

Según remecía el caldero musitaba:

La magia no la hallas en la receta,

Ésta la hallarás en el cocinero.

La gracia al genio quedará sujeta,

Puesto que éste nos la muestra certero.

Tras recitar el serventesio me dijo:

-Cocinar es un acto de amor, no os imagináis cuanto amo a ese muchacho, los niños me inspiran una ternura inmensa, este inocente ha sufrido mucho, he de sanar todos sus males.

Observa estos medicamentos.

-Los frascos.

-Sí. Este contiene manzanilla, harto de alimento aliviará su digestión. Este contiene bicarbonato por si esta digestión se complica.

Abrió una caja que siempre llevaba consigo y sacó dos pequeños saquitos.

-Esto es acido acetil salicílico, mas conocido como aspirina, es un perfecto antitérmico, su infección bucal me preocupa.

-¿Hasta que punto? ¿Qué opináis?

-Si no se le trata, antes de cumplir dieciocho años perderá la dentadura, eso si la infección no le mata antes.

- ¡Dios mío!

-Tranquilizaos. Esto es penicilina, la misma que os salvó a vos la vida, se la administraré regularmente, antes de dos semanas la infección remitirá. Debéis tener en cuenta que en esta época y en estas gentes apenas existen anticuerpos por lo que los medicamentos actúan más rápido, es por eso que deben ser administrados con suma cautela.

-¿Realmente adoráis al niño?

-Pos supuesto ¿Y vos?

-¿Cómo no adorarlo? Es tan inocente, tan noble. No nos conocía y nos ayudó.

-¿Por un plato caliente?

-No digáis eso. Éramos la mofa de las gentes a las puertas de Berna, el no se reía, el se nos acercó y nos ayudó.

- Lo sé. No tengáis en cuenta mi comentario del plato, tan sólo bromeaba, sabéis de sobra que lo amo.

-Creo que el guiso ya está listo.

-Parecéis más hambriento que Alex.

-Su aroma incita. Hablando de hambrientos…

Alex realmente lo está, debemos llevárselo en cuanto este listo.

-Sea pues, mitiguemos su padecimiento.

martes, 17 de mayo de 2011

21 Berna


Las noches alpinas eran gélidas a pesar de encontrarnos en el cálido mes de Junio.

Dormíamos acurrucados, ateridos, tiritando en el interior del carromato, atenazados por el frío maldecíamos la hora en que decidimos tomar tan accidentada ruta.

Ansiábamos la luz del alba, su calor. Habíamos visto a lo lejos tropas protestantes, por supuesto nos mantuvimos distantes pero llegada la oscuridad tuvimos miedo de ser atacados y decidí montar guardia turnándome con Merlín, llegado su turno Merlín comenzó a recitar un sonetillo, en voz muy baja, lleno de pesar:

Negra noche, triste estampa.

Ansío sea calma y serena

Alejándome la pena

Que ya en esta hora me embarga.

Me lastima cruel la escarcha,

Consumido me congela

En la más sutil condena

De este frío que no marcha.

¿Será pesar? ¿Será fatiga?

Aunar calor yo intento

Pues hielo mi fuerza hostiga

Aun sumo algún aliento

Aguardando al alba amiga,

En un quedo pensamiento.

Fueron cinco noches terribles, pero al fin nos hallábamos a las puertas de Berna, la visón era ligeramente diferente con respecto a Milán, no estaban expuestos los ajusticiados, pero no faltaba la soldadesca que montaba guardia, más toscos y feroces si cabe.

Arrojaron todo el interior de nuestro carro a nuestros pies y tras convencerse de que no llevábamos nada de valor nos obligaron a empujones a recogerlo todo.

-Rápido, quitad toda esa basura de nuestra vista.

Recogimos nuestros escasos enseres y entramos en la ciudad, ya en el interior un niño de diez años escasos que había visto el atropello nos dijo:

-Tenéis mala suerte, eso solo lo hacen cuando están aburridos ¿podría ayudaros por un plato caliente?

Roxane sacó de entre sus ropas una manzana y se la dio al muchacho.

Éste lució una sonrisa radiante, llena de esperanza a pesar del penoso aspecto de su boca que mostraba estragos por la falta de higiene.

Merlín puso su mano sobre su cabeza en un gesto cariñoso y le dijo:

-Tengo una joya familiar que deseo trocar ¿podéis indicarnos el domicilio de algún cambista? Con el dinero compraremos alimentos y nos daremos un festín.

- Bien sabe Dios que ansío el alimento señor, pero los cambistas no son buena gente, no son fiables, me dan miedo, a un amigo mío le cortaron las orejas, son muy crueles.

-¡Por Dios! (Dijo Roxane abrazando a la criatura)

-No tengáis miedo, estoy acostumbrado a tratar con esos desalmados, llevo años trocando, además soy muy cauto (Merlín abrió su ropaje mostrando disimuladamente un enorme pistolón).

El muchacho abrió vivamente los ojos al ver el arma y dijo:

-Les llevaré hasta uno que está cerca de aquí, pero tenga cuidado.

Caminábamos por las estrechas calles de la gran urbe, y ante una casa especialmente lujosa se detuvo el niño señalándola y se ocultó tras las faldas de Roxane.

-Aguardadme en aquella esquina, entraré solo no deben veros conmigo al entrar.

Merlín entró en aquella estancia y según nos contó, el avaro le dio diez piezas de oro que nuestro amigo mordió para asegurarse, dos de ellas cedieron por lo hueco y no sin enojo las dobló por su mitad y se las arrojó en la mesa con gesto airado.

El cínico saco otras dos, que tras morderlas y sopesarlas convencieron al sabio amigo, al salir de la tienda le aguardamos ocultos en la esquina tal como nos indicó.

De inmediato supimos el porque de tal espera. Apenas salió del local, dos sujetos aparecieron por un lateral de la casa y casi a nuestra altura desenvainaron sus espadas.

Merlín esgrimió el pistolón con la diestra apoyándolo sobre su antebrazo izquierdo, en un claro dominio de dicho arma.

Uno de los rufianes arrojó su espada y extrajo otro pistolón de su cinto, antes de elevarlo para apuntar, sintió el frío acero de mi daga en el cuello amenazándolo.

Soltó el armatoste que al estar montado y preparado se disparó al golpear el suelo.

El otro indeseable huyó despavorido al oír el estampido, y yo le dije al que notaba mi daga:

-Apenas dejéis de sentir esta fría hoja, echad a correr con vuestro compinche.

Y así fue, visto y no visto. El niño aun temblaba y en un murmullo dijo:

-¿Vamos a comer?

Capítulo 20 Hacia los Alpes


-¡Buenos días nos dé el creador! Todo está listo como acordamos anoche amigo Merlín, pero aun os ruego que me hagáis compañía unos días más.

-Bien sabe Dios cuanto aprecio vuestra compañía, pero es este apego que os tengo el que me insiste en la prudencia puesto que os supongo un gran peligro. Vos habéis conseguido ser ignorado por Lorena, si ella intuyera quien sois en sus indagaciones en nuestra búsqueda, perderíais todo lo que con tan duro trabajo habéis conseguido estos últimos años.

-Sea pues, siguiendo vuestras directrices mis siervos y mi propia familia se puso manos a la obra bien temprano y si gustaseis podríais partir ahora mismo, mas os ruego que al menos nos acompañéis en la comida del medio día, ésta servirá de banquete de despedida.

-Con gusto os acompañaremos en dicha comida, ya que Roxane y yo anoche abandonamos temprano el banquete.

Roxane y Merlín asintieron en un gesto de apoyo a mi propuesta que había hecho suya.

- Me he permitido cambiar vuestros atuendos, vuestros disfraces de zíngaros podrían causaros muchos problemas en el país alpino, es un hervidero de políticos y religiosos, las minorías son aplastadas, os aniquilarían, debéis pasar inadvertidos, es por eso que os hemos confeccionado una apariencia de campesinos de traslado a otras tierras.

-Me parece genial vuestra iniciativa amigo Augusto, nosotros mismos hace unos minutos deliberábamos sobre los riesgos de dichos atuendos.

-¿A sablazos? (Convino Augusto iniciando una carcajada)

-No. Eso era un juego. (Le contestó Roxane)

-Pues el juego lo pagó mi camisa. (Comenté divertido mostrando el desgarro de la prenda)

-Tampoco es para tanto, yo misma os lo coseré.

-No os molestéis, vuestros nuevos atuendos ya están listos en los aposentos, la camisa la zurcirá mi modista y quedará nueva.

Caía la tarde y las últimas luces del día se iban consumiendo, las sombras cada vez eran más largas, en ocasiones parecían una prolongación del camino.

Nuca había viajado a una velocidad tan lenta, ésta permitía empaparse del paisaje.

Lo normal sería ignorarlo como el trivial entorno que nos rodea, pero la situación se me hacía tan extraña que todo lo que sucedía a mi alrededor se me antojaba novedoso.

Al culminar algunos altozanos se alcanzaban a ver a lo lejos las luces de Milán ya dejada atrás hacía horas, en ella quedaron grandes amigos y perennes recuerdos.

Aun recuerdo el llanto de Augusto y su esposa, llanto al que inevitablemente nos unimos, eran una familia maravillosa.

Por delante teníamos 210Km a pie y carreta, un camino casi tan largo como el recorrido desde Florencia a Milán, 235Km que cubrimos en poco más de seis días casi siete.

El camino era mucho más abrupto, nos encontrábamos en uno de los terrenos más accidentados de Europa.

Es curioso… me venía a la cabeza la gesta de Aníbal, si él los cruzó con sus elefantes cuando las sendas estaban menos definidas, para nosotros sería más fácil, teniendo en cuenta que desde que se abriera la ruta de las indias, el flujo de mercancías hacía que los caminos del viejo continente fuesen más transitados y por lo tanto menos toscos.

Mi mayor miedo eran los enfrentamientos religiosos, el integrismo es temible, las gentes movidas por la ignorancia y espoleadas por clérigos que a menudo carecen de escrúpulos, son capaces de todo tipo de atrocidades.

Nuestro disfraz de campesinos era idóneo. Ropas humildes, escasos enseres, casi producíamos lástima, muy apurado se ha de ver el ladrón para abalanzarse sobre quien nada posee.

No era probable que entre tanto tumulto sectario hubiese arraigado el poder de Lorena, los poderosos en este país solían ser el blanco de los unos y los otros, ya se sabe… “Rey muerto, rey puesto”.

Esta vicisitud desplazaba a nuestro principal enemigo y nos permitíamos el lujo de deambular como el resto de los mortales, a plena luz del día.

Es muy diferente andar los caminos iluminados por el astro rey, lo abrupto del camino se suavizó con la visión directa del mismo.

No obstante manteníamos la guardia en alto, estábamos rodeados de inestabilidad, un movimiento en falso y seriamos el blanco de cualquier fanático.