jueves, 28 de abril de 2011

Capítulo 14 Milán. El fin del cerco


La entrada a cualquier núcleo urbano mostraba siempre las mismas tristezas, si mayor era el núcleo, más eran las tristezas.

Las gentes entraban en las poblaciones, generalmente en carros o monturas, cargadas de elementos de mercado. Aguardaban en las entradas los mendigos y junto a ellos la cruel guardia, que constaba de soldadesca carente de escrúpulos por lo general.

Flanqueaban el camino de entrada postes y jaulas donde se exhibían los ajusticiados, en ocasiones desmembrados, incluso agonizando.

Las gentes salían mayormente a pie, con miradas vacías al igual que sus estómagos. Huían del hambre que mataba en las calles con más frecuencia que la peste.

Nos dirigimos al mercado. Tras recorrer varias calles tan grises como pestilentes, entramos en una gran plaza. El colorido de las flores y hortalizas era todo un regalo a la vista, tras el paisaje en gris de las tristes calles de Milán.

Mil aromas acariciaban mi olfato. Sumado a la fragancia de las flores, se distinguía el fino olor de las especias; Tomillo, romero, orégano, pimentón.

El alboroto era ensordecedor. Docenas de animales gruñendo, graznando, mugiendo, relinchando. Al unísono los vendedores lanzaban a gritos sus reclamos, y las gentes se comunicaban a voces para lograr hacerse oír.

Llegamos hasta el puesto de un calderero. Comencé a examinar sus trabajos, y a juzgar por la precisión de las soldaduras, llegué a pensar que era un orfebre. Luego deduje que la precisión era fruto de que en esta época los trabajos eran todos hechos artesanalmente. Para una competencia adecuada, debían esmerarse mucho en sus trabajos.

El calderero y Merlín se dieron un fuerte abrazo. Estaba claro él era el contacto. Éste le dijo algo a Merlín, no pude oírlo por el jaleo que nos rodeaba.

Merlín se encamino a una calle cercana, apenas andamos unos pasos y se detuvo frente a una taberna; - Aquí es donde debemos aguardarle (Nos explico Merlín)

La taberna estaba vacía. A excepción de la tabernera, que se hallaba limpiando aquí y allá. – Todo el mundo está en el mercado (Nos dijo como saludo)

- Nos envía Augusto el calderero (Le dijo Merlín)

- Les dio alguna instrucción (le contestó la calderera)

- Sí. Sera un invierno muy frío en los Alpes.

- Vengan conmigo. ¿Les vio alguien entrar?

- No.

Nos llevo a un cuarto contiguo, con una mesa alrededor de la cual nos sentamos.- ¿Quieren vino? ¿Algo de comer?

- Sería de agradecer, tras nuestro largo viaje. Muchas gracias.

- El señor Augusto no tardará en llegar. Lo que no haya vendido ya no lo va ha vender. Dejará al aprendiz en el puesto y vendrá de inmediato. Les traeré algo de vianda, pónganse cómodos.

Apenas le habíamos dado un par de sorbos a su delicioso vino cuando apareció.

-Querido amigo mío, vuestra presencia siempre es grata. Mi casa es vuestra casa. Es demasiado lo que os debo en gratitud.

-vuestra amistad me es pago, más que suficiente.

-Venís con amigos. Vuestros amigos son mis amigos.

-Haré las presentaciones. Él es Víctor, aun siendo más joven que yo, comparte conmigo conocimientos e inquietudes.

-Encantado. (Le dije mientras estrechaba su mano)

-Ella es Roxane. Su belleza es solo comparable a su cultura.

-Por favor Merlín. Me alagáis en exceso.

-Un gusto señorita. (Dijo Augusto mientras besaba la mano de Roxane)

- Como ya os dije amigo mío, Lorena me persigue, y ya sabéis lo que eso significa.

- Bien lo sé. vos me salvasteis de ella en Cerdeña. Yo era un rico armador. Ella me apresó, me lo quito todo. Solo gracias a vos pude escapar y comenzar nueva vida aquí.

- Tenemos que cruzar los Alpes para ir a mi tierra.

- Duro camino habéis escogido, pero os ayudaré. No os faltará pertrecho. Hoy debéis reposar. Mi mujer os indicará vuestros aposentos. Aseaos y descansad, esta noche os daré un banquete.

Era una bella estancia en la que me alojó Augusto, ésta sin duda al igual que las que había usado para mis amigos, no debía de ser igual que el resto de aposentos de su posada.

Exquisitas alfombras ennoblecían el suelo, La cama era una verdadera joya en forja y latón, las lámparas del techo mesilla y escritorio eran pura orfebrería, las cortinas y sábanas de encaje, las cojines y el colchón de plumas.

Después de una semana viajando por aquellos tortuosos caminos, realmente me hallaba en el edén.

-Vaya poniéndose cómodo, en seguida vendrá el mozo con agua caliente para la tina, y podrá asearse.

Apenas había terminado de extasiar mi mirada con las maravillas que me rodeaban, cuando entró el mozo con dos grandes cubos de humeante agua.

-¿Cómo quiere el agua? ¿Muy caliente? Se lo digo, por que si lo desea, en vez de dos cubos de agua fría, le subo a continuación uno de cada.

-Muy caliente. Gracias.

martes, 26 de abril de 2011

Capítulo 13 La ruta de la madera


Conscientes del peligro, viajábamos de noche y descansábamos de día. Durante el descanso establecíamos guardias. Siempre permanecía despierto uno de los tres.

Comerciábamos con los madereros. No podíamos entrar en ninguna población para adquirir víveres, de modo que los trocábamos por utensilios y herramientas.

Aquellos que trabajan en los bosques, son gente ruda, pero sana. Respetan y gustan ser respetados. Fueron varias las ocasiones en que el carro, debido a lo abrupto del camino, se averió, o se quedó atorado. Pero nunca nos faltó ayuda de estas sanas gentes.

Viajar de noche resulta complicado a pie, desplazando un carro lo es más aun. No se visiona correctamente el terreno y las ruedas suelen ir a parar allá donde menos se desea. Los desmanes eran constantes, unidos a la congoja de ser descubiertos, hacían de este viaje una constante tortura.

Llegado el día estábamos exhaustos. Nos poníamos de acuerdo en los turnos de vigilancia, teniendo en cuenta dedicarle a Roxane el hueco del día, que por lo natural, solía ser el menos arriesgado.

Nadie se extrañaba al ver un campamento gitano, completamente en calma en el transcurso del día. Tampoco extrañaba a nadie vernos viajar en la noche. Los cíngaros siempre estaban rodeados de misterio, trivialidades de esa índole no llamaban la atención.

Los trueques los solía hacer Roxane, en el hueco del día mientras hacía su turno de vigilancia. Las gentes del bosque se acercaban al campamento y mercaban con ella.

Su bella sonrisa obraba milagros o mejor dicho, grandes cambios a nuestro favor.

Teniendo en cuenta que para los cambios siempre ofrecíamos lo mismo. Nuestras existencias eran limitadas y debíamos racionarlas a tenor de lo largo de nuestro viaje.

La madera era clave en el desarrollo y la industria en la época que nos encontrábamos. Todo se construía en base a ésta; Barcos, casas, carros, máquinas, prácticamente todo.

Los leñadores, los arrieros y los camineros, formaban una piña. Era una coexistencia, una simbiosis.

Éstas gentes tan activas en el ámbito forestal y muy visibles en el medio rural, no tenían relevancia en las urbes. Allí se les consideraba metros cuadrados de madera almacenada.

Esto resultaba una ventaja para nosotros, al desenvolvernos entre ellos, pasábamos desapercibidos, a los contactos de Lorena.

Roxane y yo tuvimos mucho tiempo para hablar en aquellas noches de marcha, pero nuestras conversaciones siempre estaban limitadas por la concentración que requería el penoso caminar entre penumbras.

Nos limitábamos a conocernos el uno al otro. Los pensamientos pasionales, los manteníamos alejados para no bajar la guardia hasta que nos sintiéramos más seguros.

Pese a los esfuerzos para contener la pasión, ambos notábamos crecer entre los dos, un sentimiento bello, bello y puro. Era visible en nuestras miradas, nuestras sonrisas de complicidad. La forma en que nos hablábamos. Había que estar muy ciego para no verlo.

Merlín era perfectamente consciente, y colaboraba a menudo a sacarnos de nuestro embelesamiento. Nos asignaba tareas y desviaba conversaciones, con el fin de evitar que desatáramos nuestros sentimientos antes de estar a salvo.

Solía decirnos que en Suiza las gentes eran menos herméticas, que el poder de Lorena se basaba en la superchería de los soberanos y gobernantes, algo de lo que carecían los gobernantes helvéticos. Éstos solo creían en el oro.

Estábamos llegando a Milán. Allí Merlín tenía una serie de contactos. Llevábamos oro y piedras preciosas ocultas en el carro. Las usaríamos para comprar más víveres y herramientas.

En este tramo del viaje las herramientas habían jugado un papel más relevante como elemento de trueque, que para la finalidad suya propia.

Al principio del viaje, llevábamos suficientes herramientas para solucionar la práctica totalidad de eventualidades que pudieran surgir.

Ahora con cualquier contratiempo que surgía, necesitábamos ayuda, pero como ya he explicado, aquellos que viven en los caminos suelen decir “Todos somos arrieros y en el camino nos encontraremos” con estas palabras se excusaba cualquier ayuda.

La cercanía a Milán volvía a inquietar a Merlín. Esta ciudad era la más importante del norte y era muy religiosa, por lo tanto estaba plagada de sectarios de Lorena. Nuestra ventaja seguía en pie, o al menos eso esperábamos.

Probablemente tras la frustrada búsqueda en Livorno, ahora nos buscaría en el sur de Francia. Era impensable que cruzáramos Europa.

En Milán habríamos de ser muy cautelosos, si nos descubrían, aunque huyéramos, ella nos podría esperar en el norte de Francia.

Ya recorríamos las afueras de Milán y veíamos la misma triste estampa que viéramos saliendo de Florencia. Avanzando a toda prisa a penas me fijé, pero ahora que nos movíamos despacio para no llamar la atención, lo pude ver en detalle.

lunes, 25 de abril de 2011

Capítulo 12 El cerco

El miedo era visible en todo momento, en los gestos y palabras de Merlín.

Arreaba constantemente a los caballos. En algunas calles angostas, temí que arrollara a alguien. Le rogué calma, le dije que se sosegara.

No estaba muy atento a lo que le dije, puesto que no redujo la marcha, en las afueras la forzó más aun, y al salir de la ciudad se lanzó a galope tendido.

Nos adentramos en un espeso bosque, de los que apenas quedan en mi época. Solo hallándose a cubierto en tan exuberante floresta pareció sentirse suficientemente seguro como para reducir la marcha, y permitirnos tomar aliento, sin olvidar a los caballos que estaban completamente exhaustos.

Tras tranquilizarse Merlín. Con una pasmosa claridad, teniendo en cuenta su anterior estado de ansiedad, nos explicó la situación:

- Nos encontramos a 80 kilómetros del puerto de Livorno. Esta sería la ruta ideal. Por mar tardaríamos un par de semanas. Esa es la ruta que controlará Lorena, y lo hará a conciencia.

- ¿Cómo podremos despistarla? (Le pregunté asustado a Merlín)

- Atravesaremos Europa, cruzando los Alpes.

- Pero esos son dos meses de viaje (Repuse asombrado)

- No queda más remedio, solo así evitaremos su cerco.

- ¿Tan grande es su poder? (Preguntó Roxane)

- Ni os lo podéis imaginar. Seguramente antes de que saliéramos de Florencia, ya tenía vigiladas todas las encrucijadas de aquí a Livorno, y no saldrá ningún barco de allí sin su consentimiento.

Merlín nuevamente se inquietaba. Su mente trabajaba a marchas forzadas. El cobijo de aquel frondoso bosque no parecía ser suficiente para canalizar su inquietud.

Se sentía cercado por el mayor de sus temores. Surgían de entre sus miedos nuevas ideas que nos relataba:

- Ella está convencida de que iremos a Livorno, la ruta Alpina ni se la plantea.

- Eso nos da ventaja ¿Verdad? (Preguntó esperanzada Roxane)

- Una ventaja que debemos aprovechar. Pero de momento estamos cercados. Si continuamos este camino, más allá del bosque, en el siguiente cruce estarán los esbirros de Lorena.

- Hay que salir del camino y dirigirse al norte. (Dije yo con total seguridad)

- Dirigirse al norte es fácil, y seguramente el primer camino que encontraríamos llevaría a Milán que es nuestro siguiente destino. (Puntualizó Merlín)

- El problema es que al salir del camino, no será fácil desplazar el carro. Podría llegar a ser imposible. (Nos avisó Roxane)

- Hay que explorar previamente el terreno (Le contesté)

Mientras decía esas palabras me dirigí hacia un enorme abeto y comencé a treparlo.

Mientras ascendía por el en ramaje de aquel majestuoso árbol, apartaba de mí el vértigo pensando en lo que hallaría mi vista al alcanzar la copa de dicho abeto.

Estaba prácticamente en la copa, y el árbol oscilaba movido por un viento suave. (Afortunadamente suave) Decidí que ya no era necesario seguir trepando. Desde el punto donde me encontraba podía ver todo el bosque.

Era mediodía, la posición del Sol por lo tanto era en el Sur. Con el Sol a mi espalda, me encontraba mirando al Norte, que era hacia donde nos dirigíamos.

Mi corazón dio un vuelco. Estábamos salvados. Estaba viendo un camino perfecto hacia el Norte. El camino de los madereros.

Todo guardaba lógica. La industria Italiana siempre estuvo, está y estará, en el Norte. La madera debía ser sacada de los bosques hacia el Norte.

Un camino aun mejor que el que nos adentró en el bosque, salía por el Norte. Éste camino se unía a unos 200 metros más adelante, con el camino en el que nos encontrábamos.

La ruta de la madera recorría montes y campos, sin desviarse a los núcleos urbanos, buscando el recorrido más corto hacia su lugar de proceso.

El camino en el que estábamos se dirigía con toda seguridad a un núcleo urbano, justo donde nos estaban buscando.

Bajé del abeto. Cuando expliqué mi hallazgo, Merlín y Roxane me abrazaron al unísono, conscientes de que esa era nuestra salvación.

Debíamos aprovechar la ventaja. No estaríamos a salvo de Lorena hasta llegar a Suiza. Nos hallábamos a unos 400 kilómetros de su frontera. Dos semanas de viaje, que haríamos siguiendo la ruta de los madereros hasta Milán.

domingo, 24 de abril de 2011

Capítulo 11 La huida

-¡Rápido, tenemos que partir! (Tronó la voz de Merlín destruyendo el encanto)

Había aparecido de repente, y se le notaba exaltado en un estado de nervios, Que rayaba el pánico.

-¿Qué sucede? (Le pregunte asustado, contagiado de su angustia)

-Ella está en Florencia. El asunto del alguacil, la ha puesto sobre mis pasos. (Más que decírnoslo, lo gritó Merlín)

-¿Quién es ella? (Le pregunté)

-Lorena (Susurró Merlín, mientras sus ojos perdían vida)

-¿Lorena? (Interrogué extrañado)

Merlín salió de su trance, y volvió a su exaltación.

-Está todo listo, partimos ya. Los lacayos están preparando el carro y los caballos. (Explicó Merlín. Recobrando la calma mientras hablaba).

-¿Hacia donde? (Pregunto Roxane)

-¿Tintagel? (Pregunté casi intuyéndolo)

Merlín nos explicó su plan:

-Efectivamente ese es el destino. Viajaremos disfrazados de cíngaros. Son espíritus libres nadie les hace preguntas.


Los lacayos consiguieron las ropas y los enseres. En el momento que se incluyó Roxane en nuestro grupo, deseché el disfraz de monjes.

Puse manos a la obra a los lacayos. Sabía que Lorena me seguía los pasos. La muerte del alguacil la ha puesto sobre ellos. Debemos partir de inmediato.

-¿Os ha dado tiempo a prepararlo todo en la mañana? (Pregunté perplejo)

-No deberíais subestimar la capacidad de los lacayos de Leonardo. Son extremadamente eficientes. Leonardo los quiere como a miembros de su familia.

Mientras nos vestimos la nueva indumentaria. Ellos tendrán listo nuestro medio de transporte.

La encontraréis en vuestros aposentos. Os espero en las caballerizas.

Tras estas últimas explicaciones de Leonardo, subimos a los aposentos.

Sobre el lecho tenía mi atavío. No le faltaba ningún detalle.

Las ropas de esa época, no eran muy diferentes. Tan solo diferían en los cíngaros, por la ornamentación ligeramente recargada. En mi época creo que se podría aplicar la misma diferencia.

Tras vestirme mi nueva indumentaria bajé a las cuadras en busca de mis amigos.

Allí se encontraba Leonardo con los lacayos. Visiblemente tristes ante la inminente despedida. También estaba allí Merlín comprobando el interior del carro.

Éste era el clásico carro-vivienda, tremendamente ornamentado.

Llamaba mucho la atención, ver colgado en el exterior del mismo, todo el menaje, cazuelas, sartenes, Etc.

Había dos caballos en el tiro, otro estaba atado atrás de refresco. Los tres estaban llenos de lazos, y atractivas manufacturas en el correaje. Inmediatamente pensé que los sacaron de una feria. Y así era, Tal y como me explicaron después.

Según Leonardo, había una familia cíngara en la feria local, Extremadamente feliz, pues habían hecho el negocio del año.

En ese instante apareció ella.

Bella, radiante. Su melena suelta, con el pañuelo orlado de monedas. La ropa vaporosa, casi flotaba a su paso.

Su aparición enmudeció la exposición de Leonardo. Era como la llegada de un ángel.

Merlín nos apremió, su temor por aquel misterioso personaje, era tangible.

-Puede aparecer en cualquier momento. Los inquisidores están prácticamente a sus órdenes. (Exclamó Merlín inquieto)

Nos despedimos de ellos, abrazos, besos, lágrimas. Y una última frase de Merlín dirigida a Leonardo.

-Recordad lo que os he dicho. Seguid las instrucciones. Ya sabéis que volveremos a vernos. Hasta entonces amigo mío.

Le dio un fuerte abrazo y partimos, agitando las manos hasta que se perdieron de vista al volver la calle.

Entonces intrigado por la frase de Merlín, le pregunté:

-¿Cuándo?

-No os preocupéis amigo mío, los “Cuando” no suelen ser nuestro problema. Nuestro problema son los “Por qué”.

viernes, 22 de abril de 2011

Capítulo 10 El jardín de Leonardo

Era una maravilla recobrar la visión ante aquel derroche de colores y aromas, me vino a la mente la imagen de los distintos “Jardines botánicos” que había visto en los libros, las películas, incluso en la realidad en diferentes ciudades.

Me encontraba en uno de los más antiguos que se podía conocer. (Obviando el de Aristóteles por supuesto)

Todo se encontraba en un orden perfecto. Primando la especie seguida del origen.

Sus avances para mantener en flor determinadas plantas eran increíbles. Yo no sé mucho de botánica, pero lo suficiente para saber que me hallaba ante algo increíble.

El carácter científico de mi amigo, no le limitaba a la hora de observar y crear la belleza.

Roxane al igual que yo, permanecía boquiabierta, pasmada por el paraíso que nos rodeaba. Como un niño en una juguetería sin saber a que juguete dirigirse.

Instintivamente me dirigí hacia las rosas. Había todo un elenco de colores tamaños y formas. El mismo instinto que guiase mis pasos hacia allí, me guió hacia las del color rojo más intenso.

Me volví hacia ella, y allí estaba, rodeada de la naturaleza en su esplendor. Era como uno de los magníficos retratos que pintaba mi amigo el genio, envuelto en un idílico entorno.

Vi su mirada serena, deleitándose en aquel paraíso. Ésta me devolvió la serenidad y recordé que el lenguaje de las flores, casi extinto en mi época, en la de ella era tan natural como la propia voz.

La rosa roja significa pasión, ésta no debe desatarse antes de conocerse, puede tornar en lujuria, yo estaba sintiendo algo muy grande, pero no podía dejar desbocar mi corazón, su intenso galope debía ir parejo con mis pensamientos.

Tomé una de color rosa pálido, y se la entregué casi sin mirarla a los ojos. Creo que me ruboricé. Ella la agradeció con una luminosa sonrisa, sus labios eran perfectos, dos pinceladas rojo púrpura.

(Demasiado deprisa) Mi mirada se fue tímidamente al suelo, y ella para descargarme, desvió la tensión hacia lo que se suponía que habíamos salido al jardín.

-¿Cómo son las mujeres en la época de la que venís?

-Hay mucha igualdad entre hombres y mujeres en comparación con vuestra época, pero aun queda mucho que avanzar.

-Me encantaría vuestra época, no solo por los avances que hayáis logrado en ciencia y tecnología. Un mundo en que las mujeres y los hombres sean iguales, más que una Utopía parece un sueño.

-No existe tal sueño, como os he dicho aun queda mucho por avanzar. La liberación de la mujer la ha permitido acercarse a la cultura. El hombre comienza a ver atractiva la inteligencia en la mujer. No una amenaza.

-¿A vos os gustan las mujeres inteligentes?

Mi sonrisa la contestó. Ella notaba mi tensión y me daba asueto.

-Podríais contarme exactamente como llegasteis aquí. (Dijo ella aliviándome de nuevo)

No fue fácil explicarle lo del PC y la pantalla.

Le vine a decir que nuestra tecnología nos había llevado a construir algo así como una bola de adivino, pero que mas que una bola era una ventana. Que era como asomarte a la ventana y ver al vecino, o ver unos textos sagrados dentro de una vitrina en el templo. Se mira pero no se puede tocar.

Le comenté el estado en el que llegué. Al ver mi cara de dolor infinito, Cogió mi mano y me miró con dulzura, como si hubiese notado parte de ese dolor y quisiese darle alivio. Y me dijo:

-Leonardo tenía razón vuestro viaje fue muy tortuoso. ¿Realmente lo haríais de nuevo?

-Si fuera ese el único camino para conoceros, lo haría con toda seguridad.

Nos abrazamos, nos miramos a los ojos, por un instante mi único pensamiento era besarla, pero no quería presionar.

Ella juntó su mejilla a la mía, quedando sus labios tan cerca de mi oído que sentía su suave respiración y notaba su cálido aliento.

En un susurro, casi una caricia, murmuró:

-Soy incapaz de explicarme lo que siento por vos, se que es algo grande, bueno y me gusta. Pero no puedo evitar mi miedo.

-Yo también tengo mi miedo, mi desamor no ha sido tan traumático como el vuestro, pero allí quedé una mujer hastiada de mí y una conciencia con una eterna pregunta ¿Por qué?

-¿Había un amor allí? ¿No estabais solo allí?

-“Había” otro amor, pero cuando partí, era como si estuviera solo.

-¿Se consumió el amor por si solo? ¿Pasó algo?

-El problema es que no pasó nada, ni bueno ni malo, y el vacío a veces es peor que el dolor mismo.

-He visto la mirada de los presos. No es debida a la tortura, ni al hambre. Es el vacío del que me habláis. Lo he visto ahora en vuestra mirada.

jueves, 21 de abril de 2011

Capítulo 9 La proposición

Poco dormimos aquella noche. Nos levantamos prácticamente como todos los días a la misma hora. Leonardo era un obseso del orden y muy metódico. Nosotros honrábamos su hospitalidad, ciñéndonos a sus costumbres.

Mientras desayunábamos, Merlín comenzó a explicarnos los cambios en los planes que suponía añadir un nuevo viajero:

-Víctor. Mi primera intención era enviaros a través de los espejos al espejo del vuestro sin más. Después caí en la cuenta del estado en que llegasteis y que éste se repetiría de nuevo.

Luego pensé en llevaros desde mi gruta, y eso es lo que haré. Pero antes debéis de tener en cuenta cierta proposición;

Llevo muchos años vagando por el complejo sendero de los tiempos. Solo, siempre solo. Es difícil, peligroso y extremadamente duro.

Mi única misión es dar a esos hombres ilustres, la inspiración para cambiar el mundo.

Sé muy bien que tan solo con mi aporte esto ocurre. De no hacerlo se generaría un universo paralelo y el futuro escrito en sus libros desaparecería.

Constantemente intento mantenerme en este universo. No es fácil, podéis creerme.

Aquel epitafio me mantuvo en el de puro milagro (Roxane miró extrañada, pues no sabia nada de aquella historia)

Si mueres en uno de los universos, la única esperanza es que otro “Yo” te reemplace.

El problema de Roxane no es complejo. Si no hubiéramos intervenido, hubiera muerto, de modo que no hay riesgo al sacarla de este tiempo.

Imaginaos que nos la llevamos y se hubiera salvado. Una vida genera descendencia o lo que es lo mismo, vidas que se verían implicadas en el futuro. Quien sabe si no se vería implicada hasta la de vos. Seguramente ella murió en este universo, de no ser así vos hubierais desaparecido, porque es prácticamente imposible que al paso de tantos siglos, de un modo u otro su existencia no hubiera influido en la vuestra.

Vuestro problema si es complejo, amigo mío. Hay que tener en cuenta que ya habéis viajado. No de la forma más adecuada por cierto.

Como ya he dicho mi labor en solitario es muy dificultosa. Determinadas misiones no he podido llevarlas a cabo y he comprobado con tristeza que ciertos logros de la humanidad se han borrado de los libros de la historia futura.

Por otra parte si se fracasa en una misión, intentarlo de nuevo es inútil, puesto que se establece lo que yo llamo el vínculo del destino. Si lo intentáis veréis una y otra vez inevitablemente vuestro fracaso.

Necesito vuestra ayuda. Pero no puedo obligaros. Debéis hacerlo de modo voluntario.

¿Qué decidís?

-Como ya habéis dicho no tengo otra salida, aquí ya he muerto. No tengo a nadie. Él denunció también a mis padres para no pagar la dote ¡Los quemaron la semana pasada!

Ella rompió a llorar.

Yo sujeté su cara entre mis manos la miré a los ojos y le dije:

-Podemos hacer que la humanidad evolucione, y dejen de suceder calamidades semejantes.

-Siempre he querido defender la cultura, esta es la ocasión ideal. Iré con vos. (Dijo Roxane comenzando a recobrar la serenidad)

-¿Cuento con vos, amigo Víctor?

-Por supuesto, no deberías ni dudarlo.

-Hay algo que debo contaros acerca de vuestro origen temporal. (Me dijo Merlín)

-¿Hay algún problema?

-Supongo que aún recordáis lo que os dije de volver a vuestro tiempo para recuperaros de posibles lesiones internas. ¿Verdad?

-Si, pero no siento molestias, y a pasado mucho tiempo, no creo que haya lesiones.

-Yo tampoco lo creo, aunque como amigo debería deciros que os asegurarais, lamentablemente no podréis.

-No os entiendo Merlín. ¿Qué queréis decir?

-Para recuperaros de cualquier posible lesión producida en vuestro primer viaje. Habríais de uniros con vuestro “Yo” justo antes de iniciarlo. ¿No es así?

-Completamente cierto.

-Os ubicaríais en vuestro tiempo con vuestra salud restablecida y todos los recuerdos íntegros. Hasta aquí, de acuerdo. ¿Verdad?

-Así es.

-¿Qué haríais después? ¿Volverías a viajar de esa forma tan peligrosa?

-¡No! (Casi le grité a Merlín)

-Entonces no me conoceréis a mí, ni a Leonardo, ni a Roxane.

-¡Volvería a hacerlo si fuera preciso! (Esta vez grité)

-Entonces habríais hecho un viaje inútil. ¿No creéis?

-Tenéis razón, Merlín. Esperemos que no haya lesiones internas. De ser así podéis estar seguro que volveré a pasar todo ese calvario de nuevo.

-¿De qué estáis hablando? (Preguntó Roxane)

-Esta historia es larga y compleja, yo la he contado en muchas ocasiones y me siento cansado. Víctor seríais tan amable de ponerla al día, yo aprovecharé para darle unas instrucciones a Leonardo.

-De acuerdo yo la pondré al corriente de todo. (Se me escapó una sonrisa)

-Hace una mañana fabulosa, salid al jardín. (Terminó diciendo Merlín)

Realmente era una mañana esplendida. Conocía muy bien el impresionante jardín de Leonardo y su gran pasión por las rosas, que le llevó a crear un rosal idílico.

Por otra parte la compañía de Roxane se estaba convirtiendo más que en un deleite en una necesidad para mí.

Al salir a la luz del día, esta nos cegó.